Por Rubicela Muñiz
En el marco del 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico, el Papa León XIV realizará su primer viaje internacional del 27 al 30 de noviembre a İznik, la antigua Nicea, lugar donde en el año 325 se definió solemnemente la divinidad de Jesucristo. Con motivo de este acontecimiento, el padre Luis-Fernando Valdés López, una de las voces teológicas más reconocidas en el ámbito académico y de divulgación a nivel internacional, ofrece un análisis sobre la relevancia histórica y el alcance ecuménico de esta peregrinación papal.
Doctor y maestro en Teología por la Universidad de Navarra, y actual jefe de la Academia Intercampi de Teología de la Universidad Panamericana, el padre Valdés explica en esta entrevista el sentido simbólico del viaje, su dimensión ecuménica y su potencial para fortalecer el diálogo entre católicos, ortodoxos y otras comunidades religiosas.
—Padre Luis-Fernando, ¿cuál es la importancia simbólica y teológica de que el Papa León XIV peregrine a İznik (la antigua Nicea) para celebrar el 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico?
La ciudad de Nicea es uno de los lugares decisivos en la historia de la Iglesia. Allí, en el año 325, los cristianos afirmaron solemnemente la divinidad de Jesucristo con el Credo que seguimos proclamando en cada Misa.
Volver a Nicea significa volver al fundamento de nuestra fe: el encuentro con Cristo verdadero Dios y verdadero hombre. Por eso, la peregrinación del Papa León XIV tiene un valor profundamente simbólico: nos invita a volver a las fuentes, a la fe de los primeros concilios, que es el patrimonio común de católicos y ortodoxos. Es un gesto de memoria agradecida y, al mismo tiempo, una llamada a la unidad.
—El Concilio de Nicea marcó un hito en la historia de la Iglesia, pero ¿cómo explicarles a las nuevas generaciones por qué es tan importante?
Parte de la importancia se entiende si nos damos cuenta de que el contexto de Nicea de alguna manera se asemeja al nuestro. Nicea nos recuerda que la fe nace de un acontecimiento: Dios ha entrado en la historia en Jesucristo. Y este hecho no es negociable. El Concilio de Nicea defendió esa verdad frente a interpretaciones que querían reducir a Cristo a un maestro espiritual más. Explicarlo hoy significa mostrar que, si Cristo no es Dios, entonces la salvación no es posible. Nicea es la defensa del amor de Dios que se hace hombre para salvarnos.
—El Papa Francisco planeaba visitar Turquía para fortalecer los lazos con la Iglesia Ortodoxa, pero ahora será León XIV el encargado de hacerlo, ¿cuáles son los objetivos ecuménicos que el Papa busca alcanzar en este encuentro?
El camino hacia la unidad con la Iglesia Ortodoxa es una de las grandes prioridades de la Iglesia desde el Concilio Vaticano II (cf. Unitatis Redintegratio). El Papa León XIV desea continuar ese camino con humildad y esperanza. No se trata de uniformidad ni de absorción, sino de reconciliación histórica: reconocer que tenemos una misma fe apostólica, una misma eucaristía y una tradición espiritual compartida. Este viaje quiere fortalecer los vínculos fraternos y renovar el compromiso de caminar juntos, especialmente en la defensa de la dignidad humana y la paz.
—Considerando la historia reciente y la complejidad del panorama religioso en Turquía, ¿cómo considera que este viaje fomente el diálogo interreligioso con las comunidades musulmanas y otras minorías cristianas?
El diálogo con el islam es complejo, pero necesario. No se trata de relativizar la fe cristiana, sino de buscar caminos de amistad y de cooperación por la paz.
Me vienen a la mente los pasajes del Evangelio donde Jesús se abre con naturalidad a quienes no pertenecían a su propio grupo religioso: cuando se encuentra con la mujer samaritana, la mira con amor y la conduce pacientemente a la verdad de su historia (cf. Jn 4), o cuando reconoce públicamente la fe del centurión romano (cf. Mt 8,10). Eso está en el ADN del cristiano: abrir puentes sin miedo, con claridad y con misericordia.
La visita del Papa en Turquía es precisamente un signo de respeto y cercanía, pero también una invitación firme a que todas las comunidades religiosas reconozcan que la libertad religiosa y la dignidad de cada persona son la base de una convivencia verdaderamente humana.
—Desde su elección, el Papa León XIV ha hecho hincapié en la construcción de la paz. ¿Qué mensaje de paz espera que el Papa transmita desde un lugar como Turquía, un país que se encuentra en una encrucijada cultural y geopolítica?
Creo que el mensaje será claro: la paz no es simplemente ausencia de conflicto, sino fruto de la justicia y del reconocimiento de la dignidad del otro. Turquía, situada en una encrucijada histórica entre Oriente y Occidente, es un lugar privilegiado para decirle al mundo que la paz se construye con paciencia, con verdad y con diálogo real, no meramente diplomático. El Papa es el representante de Cristo en la tierra y su función será esa: reflejar el rostro de Cristo a lo largo de ese viaje, en los encuentros que tenga.
—¿Considera que esta visita es una oportunidad para subrayar que lo que tenemos en común los cristianos y ortodoxos es mucho más fuerte que lo que nos divide?
Exactamente. Nuestra fe común en Cristo, nuestra veneración de los Padres de la Iglesia, nuestra liturgia y nuestros sacramentos constituyen un tesoro compartido inmenso. Lo que pareciera que nos divide en realidad pertenece, sobre todo, al plano histórico y disciplinar. Cuando nos acercamos a la antigua Nicea, vemos con claridad que la unidad no es un sueño del pasado, sino una llamada del Espíritu para el presente.
—Por último, el Papa León XIV irá al Líbano, una nación que con el paso de los años ha visto reducido el número de cristianos. ¿Cuáles serían para él los principales desafíos al enviar su mensaje de paz y fe?
El Líbano ha sido históricamente un punto de encuentro entre confesiones cristianas, musulmanas y culturas diversas. Hoy atraviesa una crisis profunda que ha afectado gravemente a las comunidades cristianas. El gran desafío del Papa será transmitir esperanza y fortaleza: recordar que el cristianismo no es un relato del pasado, sino una presencia viva que puede renovar la historia. El Papa irá como pastor y como hermano, para decir: “No están solos. La Iglesia universal está con ustedes”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 16 de noviembre de 2025 No. 1584






