Por Gilberto Hernández García

«¿Es posible seguir otro camino? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz?» Así reflexionó este 7 de septiembre el Papa Francisco, en la jornada de oración y ayuno por la paz en Siria, en el Medio Oriente y en el mundo entero, a la que convocó a los católicos, a cristianos de otras denominaciones, seguidores de otras religiones y a las personas de buena voluntad.

Desde temprana hora miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro y la Vía della Conciliazione para seguir el acto central de la jornada, que recibió la adhesión de millones de personas en el mundo entero. La ceremonia dio inicio con un breve saludo del Papa y el imponente cántico del Veni Creator Spiritus, para suplicar al Espíritu del Señor el don precioso de la paz.

Momentos después entró en procesión la sagrada Imagen de Nuestra Señora, Salus populi romani, Reina de la paz, a la que los romanos acuden en sus más apremiantes necesidades. Bajo su mirada materna los presentes, unidos al Papa, rezaron el santo Rosario. Al finalizar cada misterio se dio lectura a una poesía de Santa Teresita del Niño Jesús y al final se invocaba a María: «Reina de la Paz, ruega por nosotros». Finalizado el rezo del rosario, el Santo Padre pronunció una reflexión basada en el libro del Génesis.

La paz es posible

Su Santidad, el Papa, expresó que «nuestro mundo, en el corazón y en la mente de Dios, es “casa de armonía y de paz” y un lugar en el que todos pueden encontrar su puesto y sentirse “en casa”[…], todo los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, forman una sola familia, en la que las relaciones están marcadas por una fraternidad real.

Y cuestionó: «¿No es ése el mundo que yo deseo? ¿No es ése el mundo que todos llevamos dentro del corazón? El mundo que queremos ¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los demás, en las familias, en las ciudades, en y entre las naciones? »

Sin embargo, «Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinar por los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento».

Francisco recordó las palabras de Caín, cuando Dios le cuestionó sobre el destino de su hermano Abel y lo aplicó al contexto actual de guerra: «¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú eres el guardián de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes los unos de los otros. Sin embargo, cuando se pierde la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, suprimir».

El Sumo Pontífice dijo que al ver la realidad que nos circunda, nos damos cuenta de la violencia que se genera en ese momento: «cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia». Y dijo que esto no  es algo coyuntural, y que  en cada agresión y en cada guerra «hacemos renacer a Caín».

El Papa expresó su deseo de que en todas las partes de la tierra se gritará que la paz es posible para todos. Luego expresó: «Mi fe cristiana me lleva a mirar a la Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz».

Que cada uno mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el dolor de tu hermano, pienso en los niños … mira el dolor de tu hermano y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha perdido; y esto no con la confrontación, sino con el encuentro.

Al finalizar su mensaje subrayó las palabras clave para la paz: «Perdón, diálogo, reconciliación»; y pidió el don de la paz para «la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el mundo». Y pidió rezar por la reconciliación y por la paz: «contribuyamos a la reconciliación y a la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz».

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