Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |

Este fin de semana he ido con mi familia a ver la película producida por Eduardo Verástegui y dirigida por Alejandro Gómez Monteverde, Little boy (El gran pequeño). Tráiler: https://www.youtube.com/watch?v=jbeIRAmGH18

En catholic.net (http://es.catholic.net/op/articulos/49427/eduardo-verstegui-relata-su-conversin.html)Eduardo Verástegui narra cómo se produjo su conversión religiosa. Después de varios años de trabajar como actor, “me di cuenta de que estaba vacío”, confiesa el productor de la película. Fue así que tomó la decisión de hacer un cine diferente, que no ofendiera ni a su fe, ni a su familia, ni a su comunidad latina, y creó así la casa de producción “Metanoia Films” (palabra griega que significa conversión) para impulsar ese deseo.

Su reciente película “Little boy” trata el tema de la fe. Es una película que me gustó y que les recomiendo. La historia ocurre durante la II Guerra Mundial, en Estados Unidos, cuando un padre tiene que dejar a su familia para irse como soldado a Japón. El soldado es capturado y su hijo, que es muy pequeño de estatura, pide consejo a un sacerdote para que su padre pueda regresar a casa. El sacerdote le dice que si tiene fe, aunque sea tan pequeñita como un granito de mostaza, puede hacer que su padre regrese. El niño pregunta: -“¿Cómo hacer para tener fe?” Y el sacerdote le contesta que la fe se nutre con actos de misericordia: Dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, visitar a los prisioneros, etc. El niño tiene que realizar todo un itinerario de actos concreto de amor con la esperanza de que su padre regrese. No cuento el final.

Algo que me parece bueno en la película es la relación entre fe y caridad. “Si yo tuviera mucha fe como para trasladar las montañas pero me faltara amor nada soy”, nos dice San Pablo. La película trata con humor y sencillez esta estrecha relación fe-caridad. Otro elemento importante en la película es el tema de la reconciliación.

En un mundo cada vez más bestial es necesario que pintores, escritores, cineastas, y gentes de buena voluntad, contribuyamos con propuestas de esperanza. Pequeñas tal vez como un granito de mostaza, pero capaces de tocar los corazones y llevarlos a Dios.

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