Por Juan GAITÁN| @FalsoConFalso
Una de las diferencias de las primeras comunidades cristianas con la Iglesia actual es que en éstas se añoraba el encuentro con Dios en la resurrección, la muerte se asumía como «una ganancia» (Flp 1, 21). Hoy tenemos aparentemente claro el tema de la vida eterna, sin embargo, ¿la añoramos?
En nuestros días, los teólogos estudian por qué ese fervor ha decaído. Entre las razones, quisiera concentrarme en una de ellas:
Las sociedades modernas parecemos tener pavor al aburrimiento, al silencio, a los largos periodos de contemplación; no nos han enseñado a estar quietos, simplemente disfrutando. La perseverancia parece ser un valor casi inalcanzable, la tecnología funciona con rapidez e inmediatez y así quisiéramos que fuera la vida toda.
Si así estamos acostumbrados a vivir, ¿no nos aburriremos en un estado de permanente inmovilidad?, ¿no nos aburriremos en la vida eterna?
Dos formas diferentes de eternidad
Parte del problema está en una mala comprensión del concepto «eternidad». Para resolver la pregunta anterior conviene distinguir dos maneras diferentes de entender esta idea. Se trata de una explicación difícil que describo burdamente, pero que vale la pena reflexionar:
Lo que no tiene principio ni fin: Para los griegos antiguos, el universo no fue creado, sino que «siempre ha estado ahí», es eterno, «dura todo el tiempo».
Lo que está más allá del tiempo: Es propio de Dios una realidad «más allá del tiempo». El tiempo fue creado junto a la materia (al espacio), por tanto Dios «ya era antes de que existiera el tiempo» y seguirá «siendo» aunque el universo sea aniquilado.
La eternidad de Dios no es lo que dura mucho tiempo, como las clases aburridas que «parecen eternas». Dios, ciertamente no tiene ni inicio ni final, pero cuando decimos que Él es eterno, nos referimos a que trasciende nuestras dimensiones, trasciende la forma de ser de nuestra realidad: «ÉL VIVE EN UN TIEMPO DISTINTO».
¿Qué implica esto? Que el «tiempo de Dios» no es estático, no es un permanecer viendo, inmóviles, sino que se trata de una realidad dinámica, que no sabemos exactamente cómo será, pero sí entendemos que no será estar parado sin hacer nada.
En palabras más sencillas: lo que dijo Jesucristo
Dejando este dolor de cabeza a un lado, resulta interesante escuchar a Jesucristo: Para él, el Reino de los cielos es como un banquete fastuoso en el que comerán primero los más hambrientos. Será una fiesta de una gran familia. ¿Quién habrá de aburrirse en la fiesta de Dios todo-amoroso, fuente de la alegría y la felicidad?
En resumidas cuentas: sería inadecuado pensar que nos aburriremos en la vida eterna, pues no viviremos estáticos, sino en una dinámica de amor, y no de un amor cualquiera, sino del amor perfecto.
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