Por Mónica MUÑOZ |

“Son las cuatro de la mañana y me despierto sin razón.  Tomo mi teléfono móvil para ver la hora y sin darme cuenta, conecto el internet para revisar si tengo nuevas notificaciones en Facebook”. ¿Esta anécdota les suena conocida?  Pues es un mal que afecta a la mayoría de la población juvenil de nuestro país, porque en realidad ya no pueden salir a la calle sin no llevan con ellos el celular, como si su vida dependiera de ello.  Y así es, bueno, por lo menos su vida social.

Para salir de dudas, consulté algunas fuentes para entender cómo es que este pequeño aparato ha cambiado los intereses de nuestra juventud, y me encontré con datos interesantes.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2014 el  44.4 por ciento de la población de México de seis años o más se declaró usuaria de internet, lo que representaba 47.4 millones de personas.  De esta cifra, quienes estaban más apegados al uso de las tecnologías digitales eran los adolescentes de entre 12 y 17 años, pues el 80 por ciento se declaró usuario de la red, mientras que el 42.2 por ciento correspondía a niños de 6 a 11 años.  De igual manera, reportaba que entre más avanzaba la edad de los consumidores del servicio, disminuía el interés por entrar al ciberespacio.  Lo que seguía no era sorpresa, de los mayores de 55 años, por lo menos uno de cada diez entendía del uso de este invento.

Es oportuno señalar que en 2016, la cifra de usuarios de internet es ya de 67 millones, lo que es fácil de entender por la enorme competencia que existe entre las compañías telefónicas por acomodar sus servicios entre el mayor número de clientes y el sistema de abonos que se han implementado en todas las tiendas para vender teléfonos inteligentes con planes de prepago que ya incluyen datos para navegar en la red.

Otro más: un estudio de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) marcaba en 2014, como tiempo promedio de conexión por persona, 5 horas y 36 minutos, lo que ha aumentado en 2016, pues ya son 7 horas y 14 minutos diarias de conexión. Otra investigación de la misma AMIPCI declara que en promedio, los usuarios tienen cinco redes sociales y están activos en cuatro de ellas.  La que mayor número de clientes tiene es Facebook, seguido de Whatsapp, que es un popular servicio de mensajería adquirido por Mark Zuckerberg en 2014, sumándose a la también sonada Instagram.  El estudio revela además que el teléfono inteligente es ya el primer dispositivo para ingresar  a redes sociales, utilizando como método de conexión la WIFI contratada (84%), otros medios como Plan de Datos (27%) o WIFI en lugares públicos (26%).

Pero lo que más llamó mi atención fue el rubro en el que 3 de cada 4 internautas declara que internet le ha cambiado los hábitos para hacer las cosas, sobre todo entre los hombres que se encuentran en la franja de 13 a 55 años. Los principales cambios están en el auge de las actividades de ocio como escuchar música y ver películas, de formación y la gestión de las finanzas.[1]

Por supuesto, este estudio no menciona los hábitos alimenticios o del sueño, que se ven afectados por  la gran cantidad de horas que se invierten en la consulta del celular.

Además, creo que todos nos hemos visto inmersos en ese fenómeno, en el que  la familia se reúne pero ya no convive porque todos tiene su atención concentrada en su propio pequeño mundo, manteniéndolos aislados a pesar de estar sentados a la misma mesa, mal que se ha bautizado como phubbing, que consiste en prestar más atención al móvil que a las personas.

Y a partir de ese mal, se han desatado otros, como la nomofobia que es el temor a salir de casa sin el celular, el whatsappitis, cuyos síntomas son ansiedad, dolores punzantes en la mano, preferir conversaciones a través de mensajes que personales, sentir que vibra el móvil aunque no haya notificaciones;  otra enfemedad es la tendinitis que es la inflamación de algún tendón de las manos por tanto enviar mensajes de texto usando los pulgares.

Definitivamente, lo que más preocupa es ver a los jóvenes soñolientos y de mal humor durante el día porque su ciclo de sueño normal se ve interrumpido. Los jóvenes y adolescentes deberían dormir 9 horas.  Sin embargo, se desvelan, se mantienen conectados toda la noche, no apagan el celular ni desactivan el internet.  Creo que debemos prestar más atención a nuestros hijos y ponerles límites, desde luego, no permitir el uso de estos dispositivos a los niños, sobre todo, porque el apego al móvil genera adicción, lo cual se verá reflejado en su rendimiento y más adelante, en su salud.

Ayudemos a nuestros hijos a crear hábitos sanos y a desapegarse del celular.

 

[1] https://www.amipci.org.mx/images/Estudio_Habitosdel_Usuario_2016.pdf

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