Por Fernando PASCUAL |
El móvil, otra vez descargado. Hay que buscar el cable. Y el cable no aparece…
En situaciones parecidas nos damos cuenta de la importancia de un cable. El móvil hace miles de cosas, ayuda a vivir en comunicación con familiares, amigos y conocidos. Pero sin cable pronto se acaba la batería…
Millones de seres humanos vivimos subyugados por tantos aparatos que funcionan gracias a cables internos y a cables externos. Los primeros mantienen en función circuitos más o menos complejos. Los segundos aportan energía.
El cable tiene una fuerza humilde que muchas veces no reconocemos. Gracias a él trabajan las pantallas, funcionan las computadoras, se recargan los tablets, se encienden las lámparas, y se planchan las camisas.
Detrás del cable fluye ese inagotable, aunque también frágil, mundo de la electricidad. Centrales termoeléctricas, digas, paneles solares, torres eólicas,… Cada sistema produce esa energía que luego, desde cables sonoros o silenciosos, llegará a cada uno para que podamos recargar nuestro móvil o ver un programa televisivo.
Muchos piensan que ya no resulta posible vivir sin los aparatos que nos rodean. Y si los aparatos dependen de la electricidad, no podemos vivir sin cables.
En otras épocas, es cierto, y también hoy en algunos lugares, muchos seres humanos han vivido y viven sin depender de cables. ¿Son más libres, más autónomos, o no saben lo que se pierden?
No es fácil responder. Sin cables muchos habríamos fallecido: gracias a un hospital moderno y bien alumbrado pudimos superar una enfermedad más o menos grave. Pero a veces conviene preguntarnos si la salud rescatada no ha quedado luego prisionera por cadenas electrónicas que impiden gestos sencillos de cariño.
En un mundo tecnológico parece imposible vivir de otra manera. Más allá de los cables y de los aparatos, podemos atisbar horizontes de humanidad y maneras de vivir que dejen espacios abiertos a otras actividades, otras miradas, otros gestos de cariño…
Seguramente algunas de esas otras posibilidades no consumirán energía eléctrica ni necesitarán de cables, pero tienen un valor maravilloso cuando nacen del amor y nos permiten acercarnos a quienes buscan, simplemente, unos ojos y un corazón que les escuchen y les acompañen.