Por Jorge E. Traslosheros H. /

En días pasados se publicó una fascinante entrevista con Francisco, en la cual nos muestra al hombre y las razones de su pontificado. Lectura obligada para católicos y necesaria para quien desee comprender al Papa.

Por desgracia, unas ideas sobre las enseñanzas de la Iglesia en torno a la vida fueron sacadas de contexto para generar una campaña de desinformación. Dijeron que el Papa había relativizado la defensa de la vida, contraponiéndose a sus antecesores. Lo curioso es que colaboran medios de símbolo contrario: laicistas de Estados Unidos y España, y voceros de intereses tramposos en la Iglesia como el vaticanólogo (es un decir) Sandro Magister.

Pequeña sorpresa. Son los mismos que pegaron a Benedicto XVI sin tregua. La fraternidad entre ambos pontífices parece incluir también a sus verdugos. Estamos ante una situación análoga a la que enfrentó el Papa Ratzinger en su famosa lección de la Universidad de Ratisbona. Toca el turno a Francisco. La luna de miel acabó.

Manipular las palabras del pontífice para golpear a la Iglesia y al mismo Papa es un acto de perversidad; pero también un deporte socorrido. Los intereses son claros. Afuera, para favorecer la cultura del descarte, exclusión y muerte, tan cara a ciertas corrientes laicistas que tan duramente ha combatido Francisco. Le pasaron la factura de forma tramposa. Dentro, porque es un Papa con enorme autoridad ganada con cercanía pastoral, caridad y verdad. La primera quincena de octubre será decisiva en la reforma de la Curia y tocará intereses remullidos, los mismos que ahora se relamen los bigotes imaginando rodar a Francisco. Están exultantes. Alucinan que los radicales laicistas les hicieron el trabajo. Para ambos, Francisco es tan peligroso como lo fue Benedicto.

El tema dominante de la entrevista a Francisco es el primado de Cristo y la misión de la Iglesia que es anunciar su Evangelio, en sintonía con las palabras de Ratzinger: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. La moral por sí sola es incapaz de crear y sostener la fe.

Francisco desarrolla esta verdad en temáticas diversas. Aborda la comprensión de sí mismo como pecador necesitado de Jesús, de los grandes retos de la Iglesia y el ejercicio del papado, entre otras cosas.

También trata las enseñanzas de la Iglesia en torno a la vida. Confirma la doctrina sin ambigüedades; pero invita a poner las cosas en su justo orden para anunciar a Cristo en primer lugar, con caridad y verdad. No es condenando, sino abrazando como se combate la cultura del descarte. La Iglesia no debe meterse al rincón del moralismo y del pensamiento fragmentado porque es el que conviene a la cultura del descarte, la cual vive de nuestra fraccionada conciencia. Lo mismo dijo Benedicto a los obispos suizos en 2006, como en sus libros-entrevista.

Francisco fue muy claro en su mensaje a los ginecólogos reunidos en el Vaticano un día después de conocida la entrevista: “las cosas tienen precio… las personas dignidad… la atención a la vida humana en su totalidad se ha convertido… en verdadera prioridad del Magisterio… particularmente a la que está más indefensa, es decir a los discapacitados, a los enfermos, a los que están por nacer, a los niños, a los ancianos”

 

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