El dinero enferma el pensamiento y la fe y nos hace ir por otro camino. Así dijo el Papa Francisco en la Misa del viernes en la Casa de Santa Marta; y subrayó que, de la idolatría del dinero, nacen males como la vanidad y el orgullo que nos vuelven “maníacos de cuestiones ociosas”.

«No se puede servir a Dios y al dinero». El Pontífice desarrolló su homilía partiendo de las palabras de San Pablo sobre la relación «entre el camino de Jesucristo y el dinero». Hay algo «en la actitud de amor hacia el dinero – observó – que nos aleja de Dios». Hay «tantas enfermedades, tantos pecados, pero Jesús sobre esto subraya tanto: la avidez del dinero, de hecho, es la raíz de todos los males». Posesionados por este deseo, constató el Papa, «algunos se han desviado de la fe y se han procurado muchos tormentos». Y con amargura el Obispo de Roma aseguró: «Es tan grande el poder del dinero, que te hace también desviar de la fe», es más «te quita la fe: la debilita y tú la pierdes!»

Si eliges «el camino del dinero», advirtió el Papa, «al final serás un corrupto», porque «tiene esta seducción de hacerte resbalar lentamente en tu propia perdición». Francisco hizo notar que «Jesús es muy enérgico» sobre este argumento:

“No puedes servir a Dios y al dinero’. No se puede: ¡o uno o el otro! ¡Esto no es comunismo, eh! ¡Esto es Evangelio puro! ¡Estas son las palabras de Jesús! ¿Qué cosa sucede con el dinero? Al inicio el dinero te ofrece un cierto bienestar. Está bien, luego te sientes un poco importante y viene la vanidad. Lo hemos leído en el Salmo cuando aparece esta vanidad. Esta vanidad que no sirve, pero tú te sientes una persona importante: esa es la vanidad. Y de la vanidad a la soberbia, al orgullo. Hay tres escalones: la riqueza, la vanidad y el orgullo”.

Los primeros Padres de la Iglesia – hablo del siglo III, más o menos el año 200, el año 300 – decían una palabra fuerte: ‘El dinero es el estiércol del diablo’. Y es así, porque nos hace idólatras y enferma nuestra mente con el orgullo y nos hace maníacos de cuestiones ociosas y nos aleja de la fe, corrompe’”.

San Pablo, agregó el Papa, nos dice evitar estas cosas, y tender «a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad». Y también a la paciencia, «contra la vanidad y el orgullo» y «a la docilidad». Este, afirmó el Papa Francisco, es «el camino de Dios, no aquel del poder idólatra que puede darte el dinero». La humildad es «el camino para servir a Dios». «Que el Señor nos ayude a todos a no caer en la trampa de la idolatría del dinero».

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