Este lunes 14 de octubre el Papa Francisco recibió a los participantes a la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, a quienes les dijo que «Nueva evangelización» significa despertar en los corazones y las mentes de nuestros contemporáneos la vida de la fe.

El Santo Padre profundizó: «La fe es un don de Dios, pero es importante que los cristianos mostremos, de un modo concreto, cómo vivir la fe, a través del amor, la armonía, la alegría, el sufrimiento, porque esto plantea preguntas. Son interrogativos que conducen al corazón de la evangelización, que es el testimonio de la fe y de la caridad. Lo que necesitamos, sobre todo, en estos tiempos, son testigos creíbles, que con la vida y también con la palabra hagan visible el Evangelio».

El Papa señaló que muchas personas se han alejado de la Iglesia y que esa responsabilidad se ve en la historia de la Iglesia: «Como hijos de la Iglesia, debemos continuar por el camino del Concilio Vaticano II, desnudarnos de las cosas inútiles y perjudiciales, de falsos valores mundanos que gravan la Iglesia y dañan su verdadero rostro».

También recordó que cada bautizado es un portador de Cristo, y no puede tener para él esta experiencia: ha de compartirla, ha de llevar Jesús a los otros, hacer visible al hombre de hoy la misericordia de Dios, su compasión por todas las criaturas, «con gestos y actitudes, más que con palabras».

Francisco subrayó que la nueva evangelización es un movimiento renovado para quien ha perdido la fe y el sentido profundo de la vida. Y dentro de este movimiento todo cristiano está llamado a ir al encuentro de los demás. «Nadie está excluido de la esperanza de vida, del amor de Dios. La Iglesia es enviada, a todas partes, para despertar esta esperanza, especialmente donde está obstaculizada por condiciones de vida difíciles, a veces, inhumanas, donde la esperanza no respira, se asfixia. Necesitamos el oxígeno del Evangelio, el soplo del Espíritu de Cristo resucitado, que vuelva a encender los corazones».

«La Iglesia es la casa donde las puertas están siempre abiertas, no sólo porque todo el mundo puede encontrar aceptación y respirar amor y la esperanza, sino también porque podemos salir y llevar este amor y la esperanza. El Espíritu Santo nos insta a dar un paso fuera de nuestra casa y nos guía hasta las periferias de la humanidad».

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