El Papa ha reflexionado esta mañana, en la Misa de Casa Santa Marta, en torno a la esperanza cristiana, de la que ha dicho no es un simple optimismo sino “una ardiente expectación” hacia la revelación del Hijo de Dios. Además ha advertido a los cristianos acerca del clericalismo y de los comportamientos cómodos, porque la esperanza cristiana es dinámica y da vida.
El Papa Francisco dijo que la creación ha sido sometida a la caducidad y el cristiano vive, por tanto, la tensión entre la esperanza y la esclavitud. «La esperanza, ha dicho citando a San Pablo, no decepciona, es segura». Sin embargo, ha reconocido, «no es fácil entender la esperanza».
Señaló que «no es la capacidad de mirar las cosas con buen ánimo e ir hacia delante. No, esto es optimismo, no esperanza. La esperanza no es una actitud positiva ante las cosas. Estas personas luminosas, positivas… Esto es bueno. Pero no es la esperanza. Se dice que es la más humilde de las virtudes, porque se esconde en la vida. La fe se ve, se siente, se sabe qué es. La caridad se hace, se sabe qué es. Pero ¿qué es la esperanza? ¿Qué es una actitud de esperanza? Para acercarnos un poco podemos decir en primer lugar que la esperanza es un riesgo, es una virtud arriesgada, es una virtud, como dice San Pablo, ‘de una ardiente expectación hacia la revelación del Hijo de Dios’. No es una ilusión”.
Tener esperanza, añadió, es exactamente esto: «estar es tensión hacia la revelación, hacia el gozo que llenará nuestra boca de sonrisas». Los primeros cristianos, ha recordado el Papa, la «pintaban como un ancla: la esperanza es un ancla, un ancla fija en la orilla» del Más Allá. Y nuestra vida es exactamente un caminar hacia este ancla.
«Me viene la mente una pregunta: ¿dónde estamos anclados nosotros, cada uno de nosotros? ¿Estamos anclados allí, en la orilla de ese océano tan lejano o estamos anclados en una laguna artificial que hemos creado nosotros, con nuestras reglas, nuestros comportamiento, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestros comportamientos eclesiásticos? no eclesiales ¿eh? ¿Estamos anclados allí? Todo cómodo, todo seguro. Esta no es la esperanza ¿Dónde está anclado mi corazón, allí en esta laguna artificial, con un comportamiento verdaderamente impecable…?»
San Pablo, añadió, indica además otro icono de la esperanza, la del parto. «Estamos en espera –observó- esto es un parto. Y la esperanza está en esta dinámica», de «dar vida». Pero, añadió, «la primicia del Espíritu no se ve». Y sin embargo sé que «el Espíritu trabaja». Trabaja en nosotros «como si fuese un grano de mostaza pequeño, pero dentro está lleno de vida, de fuerza, que va hacia delante», hasta convertirse en árbol. El Espíritu trabaja como la levadura. Así, añadió, «trabaja el Espíritu: no se ve, pero está. Es una gracia que hay que pedir».
«Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza estamos salvados y otra cosa es vivir como buenos cristianos, no más. Vivir en espera de la revelación o vivir bien lo mandamientos, estar anclados en la orilla de allá o aparcados en la laguna artificial. Pienso en María, una chica joven, cuando, después de que ella ha notado que era mamá, ha cambiado su comportamiento y va, ayuda y canta aquel canto de alabanza. Cuando una mujer se queda embarazada es una mujer, pero no es solo eso: también es madre. Y la esperanza se parece un poco a esto. Cambiamos el comportamiento: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros, buscando más allá, anclados allá».
El Papa ha concluido su homilía dirigiéndose a un grupo de sacerdotes mexicanos presentes en la Misa, con ocasión del 25º aniversario de su ordenación. Les ha dicho: Pedid a la Virgen, Madre de la esperanza, que vuestros años «sean años de esperanza, de vivir como sacerdotes de esperanza, dando esperanza».