Entrevista con el padre René Serrano, religioso carmelita |

Por Gilberto Hernández García |

La Orden del Carmelo “está llamada a expresar en la Iglesia la intimidad con Dios, pero es claro que ésta, la vida contemplativa, no es una exclusividad de la orden”, señala el sacerdote carmelita René Serrano en conversación con El Observador.

Tradicionalmente se identifica a la vida carmelitana con la vida contemplativa, por el aporte de dos grandes santos de esta familia religiosa: Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, ¿cuál es el aporte que hacen?

Son dos grandes luminarias de la Iglesia, y ambos nos hablan de la intimidad con Dios. Ese es el itinerario espiritual que va jalonando a Juan de la Cruz y a Teresa. Ellos nos dicen que la vida espiritual es para todo mundo, que estamos llamados a la contemplación; aunque eso no quiere decir que todos lleguemos hacia allá, hasta el culmen de una vida contemplativa, que, por cierto, no consiste en visiones, revelaciones u otras cosas así.

Teresa, al hablarnos de Cristo se fija en “su sacratísima humanidad”; ellas es muy humana, por eso nos habla de la oración muy humanamente, la describe como: “estando a solas muchas veces con quien sabemos nos ama”.

Una premisa importante en la vida contemplativa que ambos santos nos recuerdan es que debemos sabernos invadidos interiormente por la presencia divina, Dios Trino y Uno viviendo en nosotros, en cada uno. Esto es lo que los carmelitas tratamos de expresar en la acción pastoral.

Es evidente que el hombre moderno vive en medio del ruido y prisa ¿Qué le ofrece la espiritualidad carmelitana a este hombre?  

La vida moderna con sus ruidos, enajenación y el secularismo muy fuerte, además de la globalización, han impedido el desarrollo de las potencialidades espirituales de los cristianos. Esto está inhibiendo la fuerza espiritual que cada uno de nosotros trae. Como dije, todos estamos llamados a la oración, a la vida interior, a la contemplación de la Palabra de Dios, a la escucha.

Nosotros, los carmelitas, tratamos de recordar al hombre que la Palabra de Dios es viva y eficaz, y que esta Palabra es una noticia que todos tenemos en nuestro corazón y que a veces no la dejamos emerger. Por eso estamos llamados a alejarnos del ruido que nos aturde, de las cosas materiales que nos esclavizan, a no darle cabida a todas las pasiones desordenadas que hoy por hoy invaden al mundo, a los jóvenes; invitados a recuperar el sentido interior de cada una de las personas, y la dignidad de la persona, y saber que está presente el Señor con nosotros; decía santa Teresa de Ávila, que a Dios lo tenemos dentro de nosotros, y es amigo fuerte y nos invita a ser amigos fuertes de él.

¿Qué camino podemos seguir en este propósito de recuperar nuestro sentido interior?

Necesitas entrar dentro de ti, recuperarte como sujeto actuante. Por eso estamos llamados a la oración, a la contemplación, porque quien ora va a enfrentar más atinadamente la problemática personal, familiar, social… Pienso que si nos enajenamos en la masa no podemos avanzar. El hombre es individual, la individualidad es importante, no el individualismo, la persona que tiene que actuar desde sí mismo para recuperarse a sí mismo.

¿Palpa usted esta necesidad en la gente?

Yo lo veo con los jóvenes, aunque también con los mayores, con la gente de mediana edad; tal vez esta última sea la que tiene más problemas. La dificultad está en que a veces no nos hacemos las preguntas fundamentales: ¿cómo recuperarme para actuar frente a la problemática de mi familia, de mi trabajo?, ¿cómo entrarle, para poder dar una respuesta, sabiendo que Dios me va a ayudar y está presente ahí?

Falta, como diría san Juan de la Cruz, esa “atención amorosa al que vive en nosotros”, porque Dios vive en nosotros “hasta en el más grande pecador”; aunque rechace a Dios, él está en ti, en mí.

El que desee recuperarse de ese sinsentido, porque se siente arrastrado por la problemática que vive, necesita poner un poco de atención: ¿Por qué estoy vacío? ¿Por qué me siento así? ¿Realmente estoy vacío? ¿Dónde está Dios? Definitivamente lo vamos a encontrar en lo más íntimo de nuestro propio interior.

Pareciera que también al interior de la iglesia hay un afán de activismo; se dice, pensando en las comunidades de clausura, que es un modelo pasado de moda, que habiendo tantas necesidad se encuentran encerrados.

Tanto la vida activa como la contemplativa son indispensables para sostener a la Iglesia; pero si caemos en el activismo caemos en un defecto por exceso, y nunca ellos nos van a llevar a nada bueno.

San Juan de la Cruz dice que un acto de amor vale más que mil obras, que el acto de amor que nosotros hacemos con nuestros prójimos vale más que muchas obras y muchas predicaciones, porque en el acto de amor va impreso Dios mismo; todo acto de amor va llevándome a entregar al Señor a los demás.

El activismo suele suprimir la vida espiritual porque no deja emerge fuerte la potencia del pastor, del agente; la actividad excesiva debe pararse. Para encontrar el Reino es necesaria la vida espiritual, la oración, como elemento indispensable y característico del verdadero pastor, a ejemplo de Jesús.

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