Por Fernando Pascual, sacerdote |

Un diálogo auténtico exige un esfuerzo sincero por comprender. No sólo para captar bien lo que el otro expone, sino para abrirse a la experiencia y la intimidad que el interlocutor ofrece, con más o menos claridad, al hablar.

Por eso, a la hora de escuchar, ayuda mucho una actitud empática. No se trata de aceptar todo lo que diga el otro, sino de tener el corazón abierto para percibir matices y experiencias que acompañan sus palabras.

Intentar comprender es, entonces, un arte que exige apertura y respeto, ponderación y prudencia. Así evitaremos condenas apresuradas o asentimientos ingenuos.

Para ello, hay que ser conscientes de los propios prejuicios y de los que pueda tener mi interlocutor. A veces tales prejuicios resultan casi inevitables, pero al tomar conciencia de los mismos podremos reconocer lo importante que es distinguir entre lo que el otro provoca en nuestro corazón y lo que realmente dice.

Luego, llega la hora de percibir lo que hay en sus palabras. En su nivel más explícito, expresan unas ideas. En su nivel más profundo, permiten entrever perspectivas y convicciones que pueden ser más o menos diferentes que las mías.

Sólo entonces estaré en mejores condiciones para entender y para acoger aquello que considere válido. Al mismo tiempo, si encuentro puntos no condivisibles, los pondré ante mis ojos y buscaré el mejor modo de exponerlos al otro, en un clima de respeto y educación.

Alguien dijo que la claridad es la cortesía del filósofo. En realidad, no sólo el filósofo, sino todo ser humano deseoso de construir puentes de diálogo sabe que es necesario unir claridad, respeto y benevolencia a la hora de confrontarse con quien piensa con ideas diferentes de las propias.

El mundo necesita hombres y mujeres dialogantes, capaces de escuchar a los cercanos y los lejanos. Entonces descubriremos que muchas discusiones nacen de incomprensiones viscerales y de prejuicios infundados, y que hay entre nosotros muchas más ideas que nos unen de las que pudiéramos haber imaginado hasta ese momento.

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