Por Mónica Muñoz |

«Cuando todo vaya mal, respira hondo, sonríe y sigue adelante». Esta frase pareciera sacada de un libro de superación personal, y estoy segura de que algo parecido encontraríamos en esas publicaciones que tan populares se han hecho en los últimos años, todas ellas dedicadas para un público que necesita alientos para continuar viviendo a pesar de las circunstancias adversas de la vida.

Y la verdad, es fácil percibir la razón por la cual son tan socorridos dichos escritos, pues llegan al corazón de las personas que, tristemente, se sienten solas y devaluadas.  No critico a quienes gustan de este tipo de lectura, simplemente llama la atención que quien necesita consuelo, recurra a todos los medios posibles e imaginables.

Y es que es inherente al ser humano buscar reconocimiento, así como desear ser escuchado y aprobado, lamentablemente, a veces acude a sitios equivocados, cayendo en manos de charlatanes que pueden causar grandes daños en lugar de ofrecer soluciones

Pienso por ejemplo en aquellos que se anuncian en la televisión dando un número telefónico para enviar el horóscopo, leer la suerte y “guiar a la felicidad” a quienes inocentemente caen en sus engaños.  Ah, porque también estas personas se han modernizado, ya no es necesario consultarlos personalmente, con sólo enviar un mensaje se puede recibir el remedio mágico a todos los problemas… o aparentemente, eso prometen.  Y aunque parezca irrisorio, abunda la gente que cree que efectivamente recibirá lo necesario para alcanzar su sueños, llámense riquezas, poder o marido (o mujer, según sea el caso).

Pero ya en serio, ¿qué hay detrás de todo esto?  Solamente personas que desean encajar en la sociedad, sentirse aceptadas y queridas, tener lo mismo que los otros, en pocas palabras, desean, sin saberlo quizá, darle un sentido a sus vidas.  Y finalmente, creo que ese es el punto álgido: darle sentido a sus vidas, porque no tengo duda, viven un vacío existencial que necesitan llenar con lo que sea.

Entonces, ¿cómo se puede lograr llenar los vacíos con los que gran parte de la sociedad vive?  Pues muy simple: quien se dedica a hacer el bien a sus prójimos, trabaja para sí mismo.  ¡Cómo!, ¿No lo creen amables lectores?

Nada más echemos un vistazo a quienes cuidan enfermos o ancianos, atienden niños huérfanos o dan algún tipo de servicio voluntario: sus rostros reflejan paz, se quejan poco o nada, saben que el tiempo es valioso y deben aprovecharlo al máximo, se preparan física, mental, intelectual y espiritualmente para servir mejor, se convierten en mejores seres humanos, se sienten felices porque saben que sus esfuerzos benefician a sus semejantes.

Quizá ustedes puedan decirme que a muchos de ellos les pagan y hasta hacen de mala gana lo que les corresponde, por eso reitero: quienes trabajan en estos u otros servicios de manera voluntaria, han encontrado la clave de la felicidad.  No quiere decir esto que sus vidas estén exentas de problemas, todo lo contrario, creo que tienen más porque curiosamente, quien obra rectamente, encuentra muchos obstáculos en su camino, sin embargo, eso no los desanima, los hace más fuertes y los motiva a buscar otras posibilidades para realizar sus trabajos.

No me refiero solamente a personajes como Juan Pablo II o la Madre Teresa de Calcuta, hay miles de seres humanos que desgastan sus vidas por otros sin esperar nada a cambio, porque además, ese es el secreto: quien espera algún tipo de recompensa, simplemente terminará decepcionado. Eso es lo que distingue a quien da generosamente, es parecido a lo que se siente cuando donamos alimentos o dinero al unirnos a alguna campaña de ayuda solidaria, ¿o no es verdad?, aquí la gran diferencia estriba en que la campaña es permanente, siempre habrá algo que podamos hacer a favor de nuestros hermanos, como enseñar a leer a algún adulto, visitar un enfermo o un anciano para hacerle compañía y leerle un rato, o si somos más jóvenes y podemos hacerlo, unirnos a algún grupo de ayuda como la Cruz Roja o el heroico cuerpo de bomberos, qué se yo, hay tantas actividades humanitarias que se pueden realizar.

Entregar la vida por los otros es la mejor manera de aprovechar el tiempo y ganar el cielo, y por si fuera poco, es la fórmula perfecta de la felicidad, porque “hay más alegría en dar que en recibir”.  (Hechos de los Apóstoles, 20-35) ¿Por qué no hacemos la prueba?

 

 

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