En la alocución que dirigió este día, solemnidad litúrgica de Todos los Santos, antes del rezo del Ángelus, el Papa Francisco dijo que los santos nos recuerdan que la meta de nuestra existencia no es la muerte, sino el Paraíso. “Los Santos, los amigos de Dios, nos aseguran que esta promesa no decepciona. En efecto, en su existencia terrena, han vivido en comunión profunda con Dios. En el rostro de los hermanos más pequeños y despreciados han visto el rostro de Dios, y ahora lo contemplan cara a cara en su belleza gloriosa”.

El Santo Padre enfatizó que los Santos no son superhombres, ni han nacido perfectos. “Son como nosotros, como cada uno de nosotros, son personas que antes de alcanzar la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y dolores, fatigas y esperanzas. Pero ¿qué ha cambiado su vida? Cuando han conocido el amor de Dios, lo han seguido con todo el corazón, sin condiciones o hipocresías; han gastado su vida al servicio de los demás, han soportado sufrimientos y adversidades sin odiar y respondiendo al mal con el bien, difundiendo alegría y paz”.

Señaló también que los santos han sufrido adversidades pero no le han dado cabida al odio. Por eso indicó: “Jamás odiar, servir a los demás, a los más necesitados, rezar, y alegría. Este es el camino de la santidad”.

Añadió  que la santidad no es un privilegio de pocos, como si alguno hubiera recibido una gran herencia. “Todos nosotros tenemos la herencia de poder llegar a ser Santos en el Bautismo. Es una vocación para todos. Por tanto, todos estamos llamados a caminar por la vía de la santidad, y esta vía tiene un nombre, la vía que lleva a la santidad tiene un nombre, tiene un rostro: el rostro de Jesús. Él nos enseña a llegar a ser Santos. Jesucristo, Él en el Evangelio nos muestra el camino: el de las Bienaventuranzas”

El Papa desglosó ese camino: no poner su seguridad en las cosas, sino en el amor de Dios; tener un corazón sencillo, humilde, no presumir, ser justos y no juzgar a los demás; saber sufrir con quien sufre y alegrarse con quien se alegra; no ser violentos sino misericordiosos y tratar de ser artífices de reconciliación y de paz. “El santo, la santa, es un artífice de reconciliación y de paz. Siempre ayuda a reconciliar a la gente, siempre ayuda a que exista la paz. Y así es bella la santidad. Es un bello camino”.

Hoy lo Santos nos dan un mensaje en esta fiesta, enfatizó el Papa. “Nos dicen: ¡confíen en el Señor, porque Él no decepciona! Es un buen amigo. Siempre a nuestro lado. Con su testimonio los Santos nos animan a no tener miedo de ir contracorriente o de ser incomprendidos y escarnecidos cuando hablamos de Él y del Evangelio; nos demuestran con su vida que quien permanece fiel a Dios y a su Palabra experimenta ya en esta tierra el consuelo de su amor, y después el “céntuplo” en la eternidad. Esto es lo que esperamos y pedimos al Señor por nuestros hermanos y hermanas difuntos”.

Para finalizar, Francisco dijo que la Iglesia, con sabiduría ha puesto en estrecha secuencia la fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de todos los fieles difuntos. “A nuestra oración de alabanza a Dios y de veneración de los espíritus bienaventurados se une la oración de sufragio por cuantos nos han precedido en el pasaje de este mundo a la vida eterna. Encomendamos nuestra oración a la intercesión de María, Reina de Todos los Santos”.

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