“Ante el sufrimiento indescriptible del pueblo sirio, un sentido de solidaridad y responsabilidad común nos empuja a comprometernos en un diálogo basado en la honestidad, la confianza mutua y medidas prácticas”, afirmó el arzobispo Silvano M. Tomasi, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra, en su intervención este 23 de enero en la Conferencia Internacional sobre Siria, que se está desarrollando en Montreux (Suiza).

“No hay una solución militar a la crisis siria. La Santa Sede está convencida de que la violencia no conduce a nada, excepto a la muerte, la destrucción y la falta de futuro… y renueva su llamamiento urgente a las partes involucradas a que respeten plena y absolutamente el derecho humanitario”, señaló el representante vaticano.

De esta manera presentó varias propuestas destacando “el alto el fuego inmediato e incondicional y el fin de la violencia de cualquier tipo como prioridad y objetivo urgente de estas negociaciones”, a las que incluyó la necesidad de que todas las armas sean entregadas y de dirigir el dinero que se invierte en ellas hacia la asistencia humanitaria.

Asimismo reiteró que el cese de las hostilidades debe ir acompañado de una mayor asistencia humanitaria y del inicio inmediato de la reconstrucción, que “debe comenzar ya con las negociaciones y ser sostenida por la generosa solidaridad de la comunidad internacional”. También “se debe prestar una atención preferente a los jóvenes, para que, a través de su compromiso y su trabajo, puedan convertirse en los protagonistas de un futuro pacífico y creativo de su país”.

Para la reconstrucción de la comunidad, es necesario el diálogo y la reconciliación “sostenidos por una dimensión espiritual” . En ese sentido, “la Santa Sede alienta encarecidamente a todas las confesiones y las comunidades religiosas en Siria a conocerse mejor, a una mejor comprensión y al restablecimiento de la confianza”.

“Es importante -continuó- que las potencias regionales e internacionales propicien el diálogo constante y que afronten los problemas regionales. La paz en Siria podría convertirse en un catalizador de la paz en otras partes de la región, y en un modelo de esa paz que se necesita con tanta urgencia”.

“Más allá de la tragedia de la crisis actual, puede haber nuevas oportunidades y soluciones originales para Siria y sus vecinos… sin que nadie esté obligado a dejar su país a causa de la intolerancia y la incapacidad para aceptar las diferencias. De hecho, la igualdad garantizada por la ciudadanía común puede permitir que el ser humano exprese, solo y en comunidad con otros, los valores fundamentales que todas las personas consideran indispensables para mantener su identidad interior”.

El arzobispo concluyó recordando cómo desde el inicio de la crisis de Siria la Santa Sede ha seguido los acontecimientos con gran preocupación y ha pedido insistentemente a todas las partes que se comprometan a prevenir la violencia y a prestar asistencia humanitaria a las víctimas.

El Observador de la Santa Sede se ha referido igualmente a las numerosas ocasiones en las que el Santo Padre ha alzado su voz contra “la futilidad de la violencia, invitando a una solución negociada de los problemas y manifestando el deseo de una participación justa y equitativa en la vida social” y ha citado la convocación de la jornada de oración y ayuno por la paz en Siria y el Oriente Medio, que recibió por parte de todo el mundo una respuesta extraordinaria. “La cultura del encuentro, la cultura del diálogo,-finalizó- son el único camino para la paz”.

 

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