Por Mónica Muñoz |

El consumismo nos rebasa, la publicidad puede más que nuestra voluntad y nos indica en cada época lo que debemos comprar para estar acordes con la temporada, sin embargo, también hay personas que, conscientes de las necesidades de una gran parte de la población, organizan eventos para recaudar fondos, comida o ropa abrigadora que permita a los necesitados sufrir lo menos posible.

Llama mi atención que muchas iniciativas provienen de gente joven que se compromete con su deber social, gracias a Dios, el altruismo con el que se conducen habla de la manera en la que más adelante afrontarán otros temas importantes, por ejemplo, sus carreras profesionales, sus familias y su entorno social.

A ellos se dirigió especialmente, en varias ocasiones, el papa Juan Pablo II, quien insistía a los muchachos y muchachas que asistían con él a las jornadas de la juventud que no tuviesen miedo de seguir a Cristo, camino, verdad y vida.

Pero también es una realidad que en México abundan los jóvenes que se están perdiendo en situaciones muy lejanas al ideal de todos los padres de familia, chicos y chicas que tienen que trabajar desde muy temprana edad para ayudar en sus casas, que desafortunadamente no tienen oportunidad de estudiar y que muy pronto se hacen de responsabilidades, con la ilusión del amor de telenovela que los medios de comunicación se encargan de transmitirles.

Este es un tópico que a todos debe interesarnos, porque tristemente, la falta de educación, oportunidades y aspiraciones hacen que nuestra juventud se involucre en problemas que podrían evitarse, es necesario que todos los adultos actuemos responsablemente para que nuestros descendientes se conviertan en personas de bien, por supuesto también tiene mucho que ver con el ejemplo que les damos.

En estos días salió en la prensa una noticia que me heló la sangre.  Un niño había muerto atravesado por las balas que iban dirigidas a su padre, un cobrador de cuotas, quien al verse amenazado, utilizó de escudo a su propio hijo. ¿Qué se puede esperar de un adolescente, un niño o un joven que recibe semejante educación de quienes deberían ser modelos a seguir?  El daño psicológico provocado a un menor de edad, a veces ni siquiera con terapia puede resarcirse.

¿A quién no le resulta escandaloso pensar que son los propios padres o madres quienes envían a sus hijos a pedir limosna, en lugar de enseñarles a trabajar y ganar el pan con el sudor de su frente?  O peor aún, los que los incitan a robar, a mentir, a defraudar, en fin, esos adultos no quieren darse cuenta del tesoro que tienen en sus manos y que  pueden echar a perder fácilmente.

Porque un niño confía completamente en sus progenitores.  Para él no hay nadie más importante que papá o mamá, por eso, a quienes han tenido la dicha de ser generadores de una vida nueva, los invito a  meditar en sus propias vidas, en lo que han hecho bien y mal y en lo que van a dejar a sus hijos como herencia, no me refiero a la cuestión económica, porque, aunque obtener ingresos es muy necesario para darles una vida digna, no es lo esencial, lo verdaderamente importante es hacer obras que trasciendan y no para ser famosos, aclaro, si no para dejar huella en las existencias de quienes dependen de nosotros.

Comportarnos bien y ser personas congruentes es la mejor garantía de que los hijos, sobrinos, nietos, y todos los que vienen detrás de nosotros sigan por el buen camino.

Absolutamente el ejemplo de papá y mamá es primordial en la formación de los niños, pero también los parientes cercanos o los amigos que frecuentan a la familia marcan su comportamiento.  Creo que todos podemos recordar a algún adulto que nos ha dejado una enseñanza específica.

Puedo citar una escena graciosa que le ocurrió a un conocido.  Comenzó a platicar utilizando palabras altisonantes enfrente de dos hermanitos que casualmente estaban en el mismo sitio que él.  Repentinamente, la pequeña, que era la mayor de los dos, comentó: aunque soy niña, merezco respeto, esas palabras no se deben decir delante de nosotros.

¡Me hubiera gustado felicitar a la mamá de esa chiquilla!  Bien lo decía mi abuelita: enfrente de los niños, persignarse y no equivocarse.

Hagamos lo posible por poner en práctica los consejos que nos encanta dar a manos llenas y portémonos bien, las futuras generaciones nos lo agradecerán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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