Por Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Acapulco /

Con motivo de la 47 Jornada Mundial de la Paz que la Iglesia católica celebra cada día primero del año, el Papa Francisco ha enviado un mensaje titulado ‘La fraternidad, fundamento y camino para la paz’, destacando el vínculo entre vida fraterna y construcción de la paz. Con este mensaje anual, el Papa busca iluminar algún aspecto particular relacionado con la paz y con la convivencia humana para animar a las personas de buena voluntad a sumar esfuerzos a favor de la paz en el mundo.

Habla ahora de la ‘globalización de la indiferencia’ como un proceso creciente que cada vez se hace más visible, que habitúa al sufrimiento de los otros con una actitud de encerramiento en uno mismo. Este fenómeno, aunque es más amplio en el primer mundo atrapado por un estilo de vida de bienestar, no deja de hacerse sentir en el tercer mundo, va diluyendo el sentido de la fraternidad y va generando distancias entre las personas y las comunidades. La globalización nos ha acercado más y más pero no nos ha hecho hermanos.

Señala el Papa el egoísmo individual, como fuente de múltiples formas de corrupción y de la formación de organizaciones criminales, que ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación. ‘Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes’

Ante este panorama, el Papa plantea la respuesta de la solidaridad cristiana, que ‘entraña que el prójimo sea amado no sólo como un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino como la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo, como un hermano’. Y la originalidad del cristianismo está en que construye una fraternidad fundamentada en una paternidad común: Dios Padre, muy alejada de las propuestas fraternales seculares que han desencantado porque carecen de esa paternidad fundamental.

La fraternidad genera paz social, porque crea un equilibrio entre libertad y justicia, entre responsabilidad personal y solidaridad, entre el bien de los individuos y el bien común. Sin este equilibrio de la fraternidad fácilmente se termina en frustraciones de los mejores ideales humanos. La construcción de la paz es y seguirá siendo una línea transversal de la acción pastoral de la Arquidiócesis de Acapulco y la vemos ligada íntimamente a nuestros esfuerzos de reconciliación y de fraternidad.

Por favor, síguenos y comparte: