Por Fernando Pascual |

Según algunos articulistas, parecería que allí donde la gente tiene más estudios aumenta el número de ateos y de agnósticos. Por eso, habrá quien piense que conforme la humanidad conozca mejor el mundo en sus múltiples dimensiones, la religión quedaría en un lugar cada vez más secundario, si es que no llegaría a un punto donde los creyentes fuesen un reducto casi insignificante.

La idea es sugestiva, pero peca de varios defectos. El primero consiste en establecer una especie de paralelismo entre nivel de estudios y nivel de alejamiento de la religión. Una estadística puede apuntar a esto, pero no sirve para explicar las numerosas excepciones: hay personas de muy elevado nivel académico que son religiosas, y personas con muy pocos estudios que defienden el ateísmo.

El segundo defecto surge en quienes consideran que tener estudios muestra la falsedad de las religiones. Sin embargo, ¿basta una estadística sobre el modo de pensar de un número de personas concretas y con títulos universitarios para establecer la verdad o la falsedad de los contenidos de todas y de cada una de las religiones?

Aunque no se trataría de un tercer defecto, sino de una reflexión que surge ante este tipo de estadísticas, podemos preguntarnos: ¿se ha medido alguna vez el nivel de estudios de quienes se adherían en su propio país al dictador de turno, por ejemplo en la Unión soviética cuando dominaba el partido comunista?

Otro aspecto a tener en cuenta es el siguiente. Las convicciones religiosas de cada ser humano se construyen desde muchas experiencias, una de las cuales surge precisamente de aquellos profesores que más han marcado la vida de sus alumnos. ¿Cuántos estudios se han hecho sobre la presencia de profesores ateos o agnósticos en las universidades de nuestro mundo? Quizá una estadística sobre este punto explicaría en parte por qué muchos alumnos que han pasado por las aulas de esos profesores han llegado a acoger, con mayor o menor espíritu crítico, las ideas infundidas desde la mente de otros…

El tema religioso no puede ser explicado de forma adecuada desde estadísticas como las que algunos usan como si fueran una especie de nueva biblia laica. Porque incluso los que hoy ponen en un módulo que son licenciados y que no creen en Dios, en unos años pueden cambiar de parecer. ¿Y qué estadística es capaz de recoger este tipo de conversiones, muchas de ellas fruto de un camino personal en el que razón y fe se han dado de la mano?

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