Por Eugenio Lira Rugarcía, Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM |
Hoy celebraremos la fiesta de la Cátedra de san Pedro. Así damos gracias a Dios por la misión encomendada al apóstol Pedro y a sus sucesores. La «cátedra» es la sede fija del obispo, símbolo de su autoridad como servicio en la enseñanza y celebración del Evangelio, que, en cuanto sucesor de los Apóstoles, está llamado a conservar y transmitir.
San Pedro, que fue constituido por Jesús «roca», ya que sobre su confesión de fe sobre Cristo se edifica la Iglesia (cfr. Mt 16, 18), comenzó su ministerio en Jerusalén. Después, estableció su sede en Antioquía (hoy Turquía), tercera metrópoli del imperio romano (las primeras eran Roma y Alejandría (en Egipto). De esa ciudad, evangelizada por Bernabé y Pablo, donde «por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos» (Hch 11, 26), Pedro fue su primer obispo.
Luego, la Providencia Divina lo llevó a Roma, centro del Imperio, símbolo del mundo, desde donde cumplió el oficio encomendado por Cristo al servicio de todas las Iglesias particulares para la edificación y la unidad de todo el pueblo de Dios. Por eso, la sede de Roma fue reconocida como la del sucesor de Pedro. Así lo atestiguan los más antiguos Padres de la Iglesia, entre ellos san Ireneo, obispo de Lyon, quien decía: «Con esta Iglesia (de Roma)… debe necesariamente estar de acuerdo toda la Iglesia, es decir, los fieles de todas partes» (III, 3, 2-3).
Celebrar la «Cátedra» de san Pedro, significa, por tanto, reconocer que el Papa, en nombre de Cristo, nos guía por el camino que conduce a la vida eterna, como lo expresaba san Jerónimo: “Yo no sigo un primado diferente del de Cristo; por eso, me pongo en comunión… con la cátedra de Pedro” (Cartas I, 15, 1-2). Con esta convicción pidamos por el Papa Francisco, para que el Señor lo ilumine y fortalezca, y pueda seguir guiando a la Iglesia con amor, según la voluntad de Dios.