Por Juan Gaitán
A estas alturas de la Cuaresma, uno ya comprende que ésta se trata de un excelente tiempo litúrgico para repensar actitudes, enfrentar los vicios y exaltar las virtudes. Es un tiempo en el que se mira bien para adentro.
Sin embargo, se corre el riesgo de realizar un análisis intimista de la propia vida y olvidar durante el examen de conciencia la responsabilidad que cada uno tiene con respecto a los pecados sociales.
Aclarando el concepto
Ahora bien, para comprender esto es necesario presentar algunas aclaraciones:
- No existe pecado, por personal que sea, que solamente afecte a la persona que lo realiza.
- Todo pecado es realizado por una persona. Las sociedades no pecan, sino los individuos que la componen.
- Hablar de pecado social implica reconocer que las acciones de cada persona repercuten de cierto modo en los demás.
- Así pues, todo pecado es personal, bajo el aspecto de quien lo realiza; y social, en cuanto a sus consecuencias.
¿Qué es, entonces, el pecado social?
Si bien queda claro que todo pecado es tanto personal como social, se suelen llamar pecados sociales especialmente a aquellos que afectan directamente la dimensión comunitaria de la vida de las personas.
Juan Pablo II dice que es social todo pecado cometido contra la justicia, contra los derechos de la persona humana, contra la libertad ajena, contra el bien común y sus exigencias, dentro del amplio panorama de los derechos y deberes de los ciudadanos.
¿Te confiesas de pecados sociales?
Estos pecados sociales (como provocar la pobreza, promover empleos con condiciones laborales inhumanas, enriquecerse a costa del sufrimiento de otros, promover la muerte de los niños no nacidos, etc.) pueden caer en cierto anonimato, pero esto no debe ser así. Ya quedó claro que ni las sociedades, ni las empresas, ni los países, ni los sindicatos, ni las familias pecan, sino las personas que las componen.
De este modo, vale la pena detenerse a pensar en esta Cuaresma, tiempo precioso para celebrar el sacramento de la Reconciliación, en nuestra responsabilidad sobre los pecados sociales; pues todos formamos parte, pasiva o activamente, de las estructuras políticas, económicas y sociales de nuestros respectivos países.
El pecado de omisión con respecto a este tema suele ser frecuente. Especialmente el de quienes “pudiendo hacer algo por evitar, eliminar o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia (…) y también de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior”.
Y tú, ¿te confiesas de pecados sociales?
Esta reflexión, sus ideas principales y citas están tomadas de Reconciliación y Penitencia, n. 16.