El próximo Domingo de Ramos se estará celebrando en cada una de las diócesis católicas del mundo la XXIX Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Para esta ocasión, en una triada que lleva a la JMJ de Cracovia de 2016, el Papa Francisco ha propuesto reflexionar sobre las bienaventuranzas, particularmente, este 2014 sobre la que reza: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos».
En el mensaje que Francisco ha hecho llegar a los y las jóvenes católicos recuerda que las bienaventuranzas son un camino que Jesús pone para seguirle «recorrer con Él el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna», aunque no soslaya que «pobreza, aflicciones, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la conversión cotidiana, dificultades para vivir la llamada a la santidad, persecuciones y otros muchos desafíos están presentes en nuestra vida».
Francisco les dice a los jóvenes que «en una época en que tantas apariencias de felicidad nos atraen, corremos el riesgo de contentarnos con poco, de tener una idea de la vida “en pequeño”. Por eso exhorta a dejar emerger las aspiraciones más profundas del corazón, para darse cuenta de que en cada joven hay un deseo inextinguible de felicidad, «esto os permitirá desenmascarar y rechazar tantas ofertas “a bajo precio” que ustedes encuentran a su alrededor».
El Papa dice que en un tiempo en el que tantas personas sufren a causa de la crisis económica, poner la pobreza al lado de la felicidad puede parecer algo fuera de lugar. «¿En qué sentido podemos hablar de la pobreza como una bendición?» Y para entender el sentido de esta bienaventranza invita a contemplar a Jesús: « . Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, eligió un camino de pobreza, de humillación […] Aquí vemos la elección de la pobreza por parte de Dios: siendo rico, se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza».
Y abunda en su explicación: Pobre «no sólo tiene un significado material, sino que quiere decir “mendigo”. Está ligado al concepto judío de anawim, los “pobres de Yahvé”, que evoca humildad, conciencia de los propios límites, de la propia condición existencial de pobreza. Los anawim se fían del Señor, saben que dependen de Él».
Tres caminos para vivir como pobres de espíritu
El Papa se adelanta a la cuestión que de seguro se hacen muchos jóvenes al leer la bienaventuranza: ¿Cómo podemos hacer que esta pobreza de espíritu se transforme en un estilo de vida, que se refleje concretamente en nuestra existencia? Y propone tres caminos concretos:
Intentar «ser libres en relación con las cosas. Aprender a despojarse de tantas cosas superfluas que nos ahogan. Desprendámonos de la codicia del tener, del dinero idolatrado y después derrochado […] Hay que estar dispuestos a cambiar de estilo de vida, a evitar tanto derroche», señala el Santo Padre.
Como segundo camino propone la «conversión en relación a los pobres. Tenemos que preocuparnos de ellos, ser sensibles a sus necesidades espirituales y materiales. A ustedes, jóvenes, les encomiendo en modo particular la tarea de volver a poner en el centro de la cultura humana la solidaridad. Ante las viejas y nuevas formas de pobreza –el desempleo, la emigración, los diversos tipos de dependencias–, tenemos el deber de estar atentos y vigilantes, venciendo la tentación de la indiferencia […] Los pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar su carne que sufre».
Por último recuerda que también los pobres «tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee […] mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios».
La alegría del Evangelio
El Papa recuerda a los jóvenes que «El Señor quiere una Iglesia pobre que evangelice a los pobres» y que «la pobreza evangélica es una condición fundamental para que el Reino de Dios se difunda. Las alegrías más hermosas y espontáneas que he visto en el transcurso de mi vida son las de personas pobres, que tienen poco a que aferrarse. La evangelización, en nuestro tiempo, sólo será posible por medio del contagio de la alegría».