Por Justo López Melús |

Suele decirse que a Dios hay que tomarlo muy en serio y algo menos al hombre. Y hay que aprender a reírse un poco de sí mismo… Juan XXIII fue el último que usó la silla gestatoria sobre la que era transportado el Papa en las audiencias. Al subir por primera vez a la silla gestatoria, dijo con humor: «Hace mucho viento aquí arriba». Luego dijo a los portadores: «Les han de subir la paga, pues peso más que el papa anterior. Aquí me siento incómodo. Han pasado ya 70 años desde que mi padre me subía sobre sus hombros».

Una vez, mientras rezaba, le decía al Señor que, si le había destinado a ser papa, por qué lo había hecho tan feo. Y mirándose al espejo –cuerpo y rostro rechonchos, cejas enormes, una oreja descomunal, y nariz ganchuda– exclamó: «¡Dios mío, este hombre va a ser un desastre en la televisión!». El sastre pontificio prepara tres tallas de sotana blanca en previsión, según sea el elegido. Pero a Juan XXIII las tres le venían estrechas. Entonces exclamó: «Todos me han elegido, menos el sastre».

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