Por Juan Gaitán |

El objetivo de la comida en la vida familiar nunca ha sido el simple hecho de alimentarse. Sentarse a la mesa es un acto mucho más complejo y enriquecedor. La mesa es el lugar del encuentro, del diálogo, es la ocasión para ponerse al día, para proponer, para compartir.

Las distintas culturas a lo largo de la historia han hecho de la comida un momento ritual, con peculiaridades llenas de significado que revelan mucho acerca de la cosmovisión de cada agrupación humana.

Jesús habló del mandamiento del amor en el contexto de su última cena y, tras la resurrección, sus discípulos lo reconocieron al partir el pan. Era acusado de comilón y bebedor y le reprochaban que compartiera alimentos con pecadores.

La comida, entonces, siempre ha sido un acontecimiento celebrativo. Sin embargo, las diversas circunstancias sociales de la actualidad la han convertido en un momento fugaz, solitario, una pérdida de tiempo. Se está dejando de lado el significado  del compartir.

Fast-food y Eucaristía

Esta situación de hoy, en el que familias viven bajo el yugo de la prisa, afecta también el ámbito de lo religioso. Hoy los negocios de Fast food  resultan un éxito, porque responden a nuestro estilo de vida. Así también la celebración de la fe, principalmente la Eucaristía, se ha reducido a una comida rápida, dejando de lado todo el sentido que un sacramento implica.

Hoy se quiere vivir una fe que no quite el tiempo. Así como la comida se puede comprar por una ventanilla sin necesidad de bajarse del auto, así el cristiano limita su espiritualidad a una visita fugaz al templo el domingo. Se tiene una «fe de autoservicio», pero eso no es la fe.

La mesa es un lugar sagrado y quizá hoy más que nunca se vuelve necesario devolverle esta condición. Sin hacerlo así, tampoco podremos comprender la Eucaristía: el momento en el que los cristianos celebramos los misterios de Cristo, escuchando lo que Dios nos quiere transmitir en su Palabra, orando juntos, dándonos el abrazo de la paz, com-partiendo el pan.

Este tiempo de Pascua es buen momento para detenerse a pensar: ¿Qué significa partir el pan? ¿La gente reconoce que somos discípulos de Jesús por nuestra manera de partir el pan? Recibir la Comunión, es ser impulsados al amor. Porque, como dice el Cardenal Kasper, «no se puede compartir el pan Eucarístico sin compartir también el pan de cada día».

Esto implicará un corazón abierto para dejar que el amor de Dios inunde nuestra existencia en todas sus dimensiones. Ser católico no es ir a misa fugazmente, sino ser en realidad un discípulo y misionero de Jesucristo.

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