COLUMNA FE Y RAZÓN | Por Luis-Fernando Valdés |
El Papa Francisco reconoció que recientemente ha llorado. Explicó que se soltó en llanto cuando vio en los medios a dos jóvenes cristianos que fueron crucificados en un país de medio oriente. Tristemente, todavía hoy se mata a nombre de Dios.
En una reciente homilía, durante la Misa cotidiana en la residencia Santa Marta, el Pontífice confesó a los asistentes: “Yo lloré cuando vi en los media” la noticia de “cristianos crucificados en cierto país no cristiano” (Radio Vaticano, 2 mayo 2014).
Aunque el Santo Padre no dijo el nombre del país donde sucedió esta tragedia, por los medios de comunicación sabemos que fue en Siria. La noticia fue difundida por Radio Vaticano y luego publicada en todo el mundo.
Fue una religiosa, la Hermana Raghida, residente en Damasco la que contó las atrocidades que se han cometido contra los cristianos en la localidad de Maaloula. La religiosa, doctora en Educación, estuvo al frente de la escuela del Patriarcado Greco-Católico en Damasco. Hoy vive en Francia. Su madre y sus seis hermanos y hermanas están todavía en Siria, donde su vida está en peligro todos los días.
Con dolor y horror transcribo la declaración de sor Raghida: “En los pueblos y aldeas que están ocupadas por elementos armados, los yihadistas y los grupos musulmanes extremistas ofrecen a los cristianos dos alternativas: la shahada [o sea, la profesión de fe musulmana] o la muerte. A veces piden un rescate. Así que están entre la shahada, el rescate o la muerte.”
Y continúa: “Quienes no niegan su fe sufren el martirio, y además un martirio extremadamente inhumano, de un violencia extrema que no tiene nombre. Si quieren ejemplos, en Maaloula crucificaron a dos jóvenes porque no quisieron decir la shahada. Les dijeron: ‘entonces quieren morir como su amo en el que creen. Tienen una opción: recitan la shahada o serán crucificados’. Y les crucificaron. Hubo uno que fue crucificado delante de su padre. Incluso mataron a su padre.”
Lo que sigue es espantoso: “En cuanto entraron en la ciudad, comenzaron a matar a hombres, mujeres y niños . Y después de la masacre, se llevaron las cabezas y jugaron al fútbol con ellas. En cuanto a las mujeres, les sacaron a sus bebés y los ataron a los árboles con sus cordones umbilicales.”
A pesar de todo, la visión de la Hermana Raghida está llena de confianza en Dios: “Afortunadamente, la esperanza y la vida es más fuerte que la muerte. Después de un período de calma y de que la ciudad volviera a manos del ejército, hicimos misas de réquiem, y seguimos rezando intensamente.” (Radio Vaticano, 24 abril 2014; traducción de: Aleteia.org).
Entendemos las lágrimas del Papa, que en esa homilía denunció que “también hoy hay gente así, que en nombre de Dios, mata, persigue”. Pero además, el Pontífice quiso mostrar un signo de esperanza: la alegría del testimonio cristiano de los perseguidos.
Se trata de “la alegría de los mártires cristianos, la alegría de tantos hermanos y hermanas nuestros que en la historia han sentido esta alegría, esta felicidad por haber sido juzgados dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús. ¡Y hoy hay tantos! Piensen que en algunos países, sólo por llevar el Evangelio, vas a la cárcel. Tú no puedes llevar una cruz: te harán pagar la multa.”
El Papa Francisco que hace unos meses convocó a millones de cristianos a rezar por la paz de Siria, ahora bebe sus lágrimas por los cristianos torturados y asesinados en ese mismo país. Hoy es tiempo de rezar y de llorar… y de elevar un grito por los perseguidos. [Clic para ayudar a los cristianos perseguidos]
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