Ciudad del Vaticano, 29 de junio 2014 (VIS).-Después de celebrar la santa misa en la basílica vaticana con los nuevos arzobispos metropolitanos, el Papa, como cada domingo, se asomó a mediodía a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro . Francisco recordó que desde la antigüedad, la Iglesia de Roma celebra a los apóstoles Pedro y Pablo en una única fiesta en el mismo día, 29 de junio ya que »la fe en Jesucristo los hizo hermanos y el martirio los convirtió en una sola cosa».
»San Pedro y San Pablo, tan diferentes uno del otro desde el punto de vista humano- afirmó- fueron elegidos personalmente por el Señor Jesús y respondieron a su llamada, ofreciendo toda su vida. En ambos la gracia de Cristo hizo grandes cosas, los transformó: ¡y cómo los transformó! Simón había negado a Jesús en el momento dramático de la pasión; Saulo había perseguido a los cristianos con dureza. Pero ambos recibieron el amor de Dios y se dejaron transformar por su misericordia; así se convirtieron en amigos y apóstoles de Cristo. Por eso continúan hablando a la Iglesia y todavía hoy, nos muestran el camino de la salvación. También a nosotros, si por caso cayéramos en los pecados más graves y en la noche más oscura, Dios siempre es capaz de transformarnos…. el corazón y perdonarnos todo, transformando así nuestra oscuridad del pecado, en un alba de luz».
A continuación citó el libro de los Hechos de los Apóstoles que muestra muchos aspectos del testimonio de ambos. Así, Pedro »nos enseña a mirar a los pobres con los ojos de la fe y a darles lo más precioso que tenemos: la potencia del nombre de Jesús, como hizo él con aquel paralítico, le dio todo lo que tenía: a Jesús» Y de Pablo, se narra el episodio de la llamada en el camino de Damasco, »que señala el punto de inflexión en su vida, marcando claramente un antes y un después. Antes, Pablo era un enemigo acérrimo de la Iglesia. Después, pone toda su existencia al servicio del Evangelio. También para nosotros, el encuentro con la Palabra de Cristo es capaz de transformar completamente nuestras vidas. No es posible escuchar esa Palabra y quedarse parados en el mismo sitio, bloqueados en las propias costumbres». Esa Palabra »nos empuja a vencer el egoísmo que tenemos en el corazón para seguir con decisión al Maestro que dio la vida por sus amigos. Pero es Él que con su palabra nos cambia; es Él el que nos transforma; es Él quien nos perdona todo, si le abrimos el corazón y pedimos perdón».
»Esta fiesta -terminó- suscita en nosotros una gran alegría, porque nos pone ante la obra de la misericordia de Dios en los corazones de dos hombres. Es la obra de la misericordia de Dios en estos dos hombres, que eran grandes pecadores. Y Dios quiere llenarnos también con su gracia a nosotros, como hizo con Pedro y Pablo. Que la Virgen María nos ayude a acogerla como ellos, con el corazón abierto, y a no recibirla en vano .Y que nos sostenga en la hora de la prueba, para dar testimonio de Jesucristo y de su Evangelio».