El Observador |

Acabo de leer un libro sensacional: El Reino de Dios está en vosotros, del escritor ruso León Tolstoi (1828-1910); que consideraba ésta como su obra más importante de todas las que había escrito. Según la presentación que hace la editorial, Tolstoi merece ser recordado no sólo como uno de los mayores escritores de la humanidad con sus novelas Guerra y Paz (1868) y Anna Karenina (1875), entre otras muchas, sino también “como uno de los espíritus más comprometidos con los pobres y con la paz, siendo considerado el padre del pacifismo moderno”.

Dicen que esta obra la escribió después de haber padecido una terrible crisis espiritual cuando tenía 50 años. Así como a muchos hombres y mujeres nos pasa, que cuando andaamos en búsqueda de un sentido para nuestra vida –aunque no lo expresemos con esos términos- nos metemos todo y en todo lo que pueda darnos un poco de la felicidad que se nos escapa, el escritor se acercó a filósofos, teólogos y sabios pero nadie le presentaba razones auténticas para seguir creyendo y esperando. Fue así que decidió recurrir al mundo de los pobres. Allí descubrió, según confiesa en su Diario, la fe viva, “aquella que les daba (a los pobres) posibilidad de vivir”.

No resistir al mal con el mal

¿De qué se trata el libro? De algo que hoy en día es muy actual, creo yo: de enfrentar a la violencia no con más violencia, sino con el poder de la paz, del amor. En el centro de su propuesta resuenan estas palabras de Cristo: “No resistan al mal” (Mt 5,39). Confieso que la primera vez que leí esta frase “me sacó de onda”, como decimos. ¿Se trata, pues, que debemos dejar que nos hagan todo el mal que los maleantes y personas de mal corazón, quieran?

Leyendo algunos comentarios sobre estas palabras (y en la misma obra lo dirá más adelante Tolstoi), descubrí que el sentido profundo es: “No resistan al mal con el mal”, lo que también podría interpretarse: “no contesten a la violencia con más violencia”, “no tomar represalias, no contraatacar, no vengarse”. Un desafío enorme ante la tentación siempre presente de buscar “quien me la pague”.

La bondad como camino

Los hombres y mujeres de hoy estamos también ya muy inmersos en esta “espiral de violencia”; de hecho nuestra generación estará por siempre marcada con este signo. Los más chicos están creciendo en un mundo por demás violento: los videojuegos de moda tratan de guerras y de matar o que te maten; en la escuela, por más que las autoridades busquen remedio, el bullying sigue sin control; en las redes sociales, que tanto gustan, se involucran mensajes agresivos, intimidatorios… parece cosa de nunca acabar.

Cuando les conté a algunos de mis amigos sobre este libro, más de uno me miró con ojos de “¿qué fumaste?”, porque en su lógica (confieso que también en la mía), no debemos ser unos “dejados”. Pero les platicaba que la única manera de terminar con las semillas de violencia que ya pueden estar presentes en nosotros –y que pueden llegar a tomar otras dimensiones-, es dándole muerte a la violencia en nosotros en el instante mismo de ser agredidos, como dice la Biblia, como dice Jesús, no hacerle el juego al “ojo por ojo”.

En el libro descubrí que hay un camino para no entrar en la lógica de la violencia y la muerte: la bondad, la mansedumbre y el amor. Tareas nada fáciles, pero que bien valdría la pena empezar a practicar, aunque sea un poquito.

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