Por Mónica Muñoz |

“Te lo cuento solamente a ti porque eres de confianza, pero por favor, no se le digas a nadie”… esta actitud es demasiado familiar, creo que casi todos pecamos de indiscretos porque es muy sabroso compartir información que no nos pertenece, ¿o me equivoco?  Porque si algo le gusta al ser humano es hablar de sus semejantes, platicar con otros lo que, a su juicio, sería lo mejor para aquella amiga que tiene dificultades con su esposo o lo que le convendría hacer a la vecina de la que nos enteramos recientemente que tiene un hijo conflictivo; entonces, expresamos nuestra docta opinión, seguros de que dominamos el tema como el mejor psiquiatra o consultor en problemas familiares.

Pero resulta que, todas aquellas dificultades ajenas de las que nos hemos enterado, ni siquiera nos las platicaron directamente a nosotros sino que nos llegaron de una tercera, cuarta o quinta persona a la que, a su vez, se lo comentó alguien que ya no recuerda quién fue.  Ahora muchos conocen a detalle, con agregados y exageraciones, qué acontece en las vidas extrañas.

Conclusión: ya no se respeta la intimidad de los demás, por lo tanto, la nuestra también puede verse afectada.  Y no debería sorprendernos, desde hace algunos años hemos sido testigos mudos de lo que los programas de “espectáculos” han hecho con la privacidad de quienes se dedican a la farándula. Con el pretexto de que son figuras públicas, conductores y reporteros interfieren descaradamente en lo que no les incumbe.  Todos se han convertido en jueces, y se permiten, con la mayor ligereza, hablar de la gente a la que ni siquiera conocen, dejando al descubierto situaciones embarazosas de distinta índole, con el afán de vender la nota de mayor escándalo y ganarle a la competencia.

Entonces, como ya lo vemos con naturalidad, hemos permitido que la indiscreción permee nuestro modo de vivir y actuamos de la misma forma en lo cotidiano. Y para colmo, si nos encontramos con alguien que no gusta del chisme, lo vemos con expresión de fría incredulidad, ¿pues qué se ha creído? Es un antisocial porque no desea convivir con nosotros.

No cabe duda de que se ha distorsionado nuestra manera de ver la realidad, nos hemos contaminado de los antivalores que privan en el mundo, ya son pocos los que se libran del daño que han provocado en nuestro comportamiento y conciencia los medios de comunicación, especialmente la televisión, que ha reinado en nuestros hogares muchos años.

Por eso es importante reconsiderar nuestras palabras antes de soltarlas y rescatar el valor inmenso que tiene la discreción, que se refiere a ser sensatos a la hora de formar juicios y hablar u obrar con tacto, con prudencia y reserva.

Una palabra mal expresada puede desatar guerras o generar graves hostilidades entre países, ¿quién no recuerda las famosas frases de “¿por qué no te callas?” o “¿comes y te vas?”, expresadas entre personajes de la política contemporánea? No sólo hubo incomodidad, como hubiera ocurrido entre hijos de vecino, sino que puso en situaciones delicadas a los protagonistas por su alto rango y posición ante los ojos del mundo.

Bien dice el libro del eclesiástico: “¡Quién le pusiera a mi boca un centinela y a mis labios un sello de discreción, para que yo no caiga a causa de ellos y mi lengua no me lleve a la ruina!” (Eclo 22,27)

Se entiende entonces que debe actuarse con discreción en todas las circunstancias de la vida, por ejemplo, es un grave deber moral guardar los secretos de quien confía en nosotros, pues no nos pertenecen; ser discretos es respetar la vida de los demás y no dar opiniones si no son solicitadas; es evitar preguntas incómodas, pues no tenemos derecho a indagar lo que no nos incumbe; es comportarnos adecuadamente y de acuerdo al lugar en el que nos encontremos, al respecto no quiero abundar porque es un tema que también causa revuelo, como el caso de los vestidos cortos o escotados en los templos, sólo acoto que eso también es cuestión de discreción.

En fin, la discreción puede salvar la amistad y buenas relaciones entre las personas, por eso, redescubramos este valor e inculquémoslo en nuestros hijos.

¡Que tengan una excelente semana!

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