Por Luis García Orso, SJ |
La película norteamericana de Darren Aronofsky hace una recreación cinematográfica de este relato bíblico. Como toda recreación artística (en novela, teatro, cine, pintura, escultura, etc.) el realizador trata de respetar el texto fundamental, subrayar algunos puntos que elige, imaginar creativamente lo no dicho, y usar el lenguaje propio de su profesión, en este caso el cine, sin repetir literalmente. Así, grandes obras clásicas de la pintura muestran la fuerza de algunas escenas bíblicas gracias a la inspiración, la imaginación, el genio, la capacidad creativa del artista, aún situando la escena en su propio siglo.
En la película Noé , creo que Aronofsky ha logrado una recreación seria, artística, imaginativa, cinematográfica, rica de fuerza espiritual y emocional. La película trata de imaginar la situación que la Biblia describe: “La tierra estaba pervertida a los ojos de Dios, llena de maldad…llena de violencia” (Gén 6, 11-13), y lo hace volviendo al pecado original de querer dominar como dioses sobre la vida y la muerte de la gente, y al pecado de Caín repetido ahora en su parentela, en Tubal-Caín, el antagonista de Noé. Para combatir contra ellos, el filme imagina los “gigantes” (nefilim) (Gén 6, 4), que también han de ponerse del lado de Dios y de Noé. Los imagina como ángeles de luz caídos y convertidos ahora en gigantes de roca volcánica.
El director se centra en el personaje de Noé, al que la Biblia describe como “justo y honrado, fiel a Dios” (Gén 6,9) y al que Dios comunica su decisión dolorosa y la elección que hace de su persona y su familia. Toda la película puede verse como el proceso espiritual de un hombre que toma muy en serio a Dios y su proyecto, y por tanto la responsabilidad que él tiene al ser elegido para una misión. Para la Biblia, un hombre “justo, fiel”, implica total entrega, obediencia, fidelidad, renuncia, por amor al Señor y su voluntad. La película quiere hacernos sentir esta misión, aunque quizás nos parezca exagerada en algunos rasgos de dureza o intransigencia de Noé con su propia familia. No olvidar que estamos frente a un judío radicalmente fiel, y ante la lucha espiritual de un hombre por saber qué es lo que tiene que hacer; lucha interior y emocional, con sus oscuridades, dudas, terquedades, apasionamientos, rabia, ante las cuales Noé varias veces consulta la sabiduría de su abuelo Matusalén. Esta lucha de un creyente está en el centro de la película, incluso en los combates guerreros que se dan, de tal modo que el director evita que el diluvio convierta la historia en sólo una película de catástrofes de la naturaleza o en una descripción y representación infantil de la cantidad de animales en el arca.
En sus filmes anteriores, a Darren Aronosfsky (Nueva York, 1969) le interesa el problema moral de sus protagonistas, más en particular la calidad de la libertad personal frente a toda dependencia. Así, Réquiem por un sueño (del año 2000), retrata el proceso de cuatro personas atrapadas en la felicidad falsa del ‘sueño americano’; La fuente de la vida (2006), una pareja frente al desafío de la muerte de quien se ama; El luchador (2008), un hombre maltratado por la vida que intenta revivir las engañosas glorias de la lucha libre; El cisne negro (2010), la obsesión destructiva de una ballerina por ser perfecta. Estamos, pues, con un director de cine interesado por las decisiones más personales y hondas de un ser humano, además de un artista que sabe muy bien su oficio. Con este recorrido filmográfico se entiende mejor por qué Aronosfky ha elegido el personaje bíblico de Noé, “el único hombre justo”, y que escrupulosamente “hizo todo lo que Dios le había ordenado” (Gén 7, 5). Pero, ¿qué significa eso en lo cotidiano?, ¿y qué hará Noé en los momentos de mayor prueba? ¿Y cómo reaccionarán su esposa y sus hijos, cada uno con su propia libertad?
La firmeza de Noé por no hacer ninguna concesión al cumplimiento del plan de Dios, le lleva hacia el final del filme a decidir el sacrificio de la vida de algunos familiares; acto que no aparece en la Biblia, pero que se comprende al seguir el proceso obediente de un creyente íntegro, y en que se traslada a Noé lo sucedido con Abraham, al que Dios pide dar muerte a su hijo Isaac (Gén 22). Sin embargo, como se lo dice su esposa, en Noé, la ‘piedad’ ha de vencer sobre la ley. La canción de cuna que aparece en la película es una de las claves más hermosas para comprender el abrazo de un padre-madre a su hijo, y también para deshacer una imagen negativa de Dios. Salvados ya del diluvio y hecha la alianza por Dios, la misma narración bíblica hace ver la libertad y la condición humana de Noé cuando se emborracha, se queda desnudo y pasa vergüenza delante de sus hijos, y además rompe con su hijo Cam (Gén 9, 20-27). La película hará su propia recreación de esta ruptura. Al final, como lo cuenta la Biblia (Gén 9, 12-17), el arco iris entre las nubes es la señal de la alianza y la promesa de Dios, y el inicio de la nueva vida en la tierra. El filme no menciona explícitamente las palabras de Dios, pero sí el signo que alude al Creador.
Estamos ante una película seria que puede ayudar mucho a volver al texto sagrado, a recrear el mensaje que trae, y a favorecer un diálogo en grupo sobre él y sobre nuestra misión en la tierra, en respuesta a Dios y en corresponsabilidad con nuestros hermanos y con la creación. Igual que a Moisés, a cada uno se nos pide escucha, discernimiento y decisiones.