Por Francisco Moreno Barrón, Obispo de Tlaxcla |

Hace aproximadamente 250 años, cuando inicia la revolución industrial en Europa y los artesanos y campesinos empiezan a trabajar en las grandes fábricas, pierden sus talleres y sus tierras, la riqueza se empieza acumular en unas cuantas personas. Muy pocas familias se beneficiaban del naciente desarrollo, de la tecnología, de las empresas, de la producción, de los centros de distribución, de la comercialización. En este escenario los trabajadores no gozaban de ningún derecho. Los obreros no podían comprar ni siquiera lo que producían sus manos. En este  contexto de sufrimiento, de explotación, de destrucción de la vida de la gran mayoría de las personas, surge una señal de vida, en una comunidad llamada de Rochdale, ubicada en Inglaterra, en la que un grupo de 27 hombres y una mujer, obreros pobres de las fábricas de franela, decidieron salir de la miseria y se juntaron para hacer compras en común, de los principales alimentos básicos para su sobrevivencia. Así nació la primera cooperativa de consumo de los trabajadores textileros, retomando los valores de la distribución equitativa de beneficios, el acceso a la educación, la igualdad de derechos, un voto por asociado y la no discriminación por edad, sexo, o profesión en contraposición al modelo industrial individual que imperaba.

El nombre de esta primera cooperativa fue “Los Justos Pioneros de Rochdale” en 1844. Esta pequeña cooperativa de consumo con ideas y prácticas justas marcó el inicio del movimiento cooperativo a nivel mundial.

La principal organización cooperativa a nivel internacional que define la filosofía del cooperativismo es la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) y nace en 1895; define que una “cooperativa es una asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para satisfacer sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes, por medio de una empresa que se posee en conjunto y se controla democráticamente», retomando valores y principios como la ayuda mutua, igualdad, solidaridad, honestidad, transparencia, responsabilidad social y preocupación por los demás.

Los principios  cooperativos que sirven de marco de referencia para todo tipo de cooperativas en cualquier parte del mundo son :

1.     Adhesión libre y voluntaria a la cooperativa.

2.     Control democrático por parte de sus socias y socios.

3.     Participación económica de sus socios de manera justa y equitativa.

4.     Autonomía e Independencia.

5.     Educación, capacitación e Información.

6.     La cooperación entre las cooperativas.

7.     Compromiso con la comunidad.

Las cooperativas integran a muchas mujeres y hombres de todo el mundo y actualmente siguen representado una forma más humana de producir productos, de distribuirlos, de consumir sin dañar el medio ambiente y con equidad para sus socios; pero sobre todo con acciones en las comunidades donde se desarrollan. Las cooperativas son una forma de asociación libre y voluntaria para satisfacer las necesidades sociales, económicas, culturales y ambientales en un marco de derechos humanos, buscando una vida más humana, más digna.

Cooperativismo en México

En México la riqueza cultural, la forma de vida de las comunidades que proponen el buen vivir con respeto a todos, a la naturaleza, y a todo tipo de vida, ha encontrado en las cooperativas una forma de asociación formal y legal que responde a muchas de estas expresiones de organización comunitaria en la búsqueda de construir un mundo más justo, humano y fraterno.

En México existen cooperativas grandes, medianas y pequeñas de todos los giros y mosaicos culturales. Las cooperativas indígenas de producción orgánica de café y otros cultivos tropicales han sido todo un éxito y exportan sus productos con calidad y cuidando los ambientes donde se desarrollan. Algunas comercializan sus productos en Europa, Estados Unidos y Asía. También tenemos cooperativas de abasto, de fabricación de llantas, de artesanías, de médicos, de salud, de educación, de comercialización, de ahorro, etc. Por los principios y valores con que se rigen, muchas cooperativas han nacido y siguen trabajando con la pastoral social de varias diócesis del país, pues existe una  gran afinidad entre la apuesta del cooperativismo y la vida cristiana, como Cristo nos la propone y como la vivieron las primeras comunidades cristianas (cfr. Hch. 2,44 – 46), donde compartían sus bienes y nadie pasaba necesidad.

Esta forma de organización es una de las muchas expresiones de una economía más humana, justa y equitativa, es por eso que las cooperativas son parte de la economía solidaria. Las Naciones Unidas reconocen la aportación económica y social de las cooperativas,  por lo que en 1994 establecen que cada primer sábado de julio se celebre el Día internacional de las cooperativas. El lema de este año es “Las empresas cooperativas logran el desarrollo sostenible para todos”.

La importancia de las cooperativas tiene que ver con la posibilidad de impulsar trabajos de manera organizada que generen empleos, cuidando el ambiente y el futuro de nuestras niñas y niños.

 Economía solidaria en Tlaxcala

En Tlaxcala, desde el Centro de Economía Social “Julián Garcés” A.C., institución católica al servicio de la pastoral, se acompaña a la “Cooperativa Matlalcueyetl”, que está integrada por personas de las comunidades de Españita, Ixtacuixtla, Sanctorum, Yauhquemecan, Xicohtzinco, y las organizaciones al servicio de la Pastoral de Derechos Humanos de nuestra Diócesis.

En esta cooperativa participan principalmente mujeres (alrededor de un 80% de las integrantes), de comunidades rurales. Se acompañan procesos organizativo-educativos desde donde analizan la realidad de los grupos, de su comunidad y su entorno y caminan hacia la vivencia de los principios y valores del evangelio, como la solidaridad con el prójimo, el compromiso con la vida, la responsabilidad con la comunidad y el medio ambiente, la convivencia, el respeto, y la búsqueda por hacer vida los derechos humanos. Realizan actividades en torno a la producción de alimentos sanos y sin contaminantes a la tierra, al agua, al bosque, a la vida, con una lógica de autosuficiencia alimentaria. Producen sus propios alimentos con recursos y tecnologías locales respetando los conocimientos campesinos de los ancianos. También reflexionan sobre la importancia del ahorro comunitario, los préstamos y las posibles soluciones a través de la organización comunitaria y de redes de confianza.

Esta estrategia es parte de un proceso de Economía Solidaria que se contrapone al actual modelo materialista, egoísta y consumista de desarrollo que está destruyendo a las familias, los recursos naturales, a la comunidad y que mercantiliza a las mujeres y niñas, por lo que es contrario al proyecto de Dios y a los valores del Reino. Esta cooperativa, es un esfuerzo por hacer vida el evangelio y ser un signo de esperanza para las comunidades de nuestra Diócesis, luchando por construir una economía más humana, que tenga como centro a la persona y su dignidad y no el dinero,  rescatando el valor de la comunidad y los derechos de los pueblos.

 

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