Por Fernando Pascual |
Una noticia falsa presenta datos incorrectos como si fueran verdaderos. Un libro de historia que inventa hechos consigue engañar al lector al hacerle pensar como verdad lo que no lo fue. Un amigo que promete ayuda y luego nos abandona defrauda aquella confianza que pusimos en sus palabras.
El problema de la falsedad consiste en hacernos creer que sea verdad lo que no lo es. Ello es posible porque suponemos que una persona, cosa, hecho pasado o presente, existen de una manera cuando en realidad son algo diferente, o simplemente nunca fueron.
En otras palabras, lo falso es algo que “existe”, y existe precisamente como falso en cuanto que dice algo que no existe. Así lo explicaba Platón, al evidenciar el núcleo de todo engaño: mezclar lo que es con lo que no es…
¿Cómo es posible esto? Porque la mente humana no ve todo con claridad, porque piensa con conceptos, porque depende de los sentidos, porque muchas informaciones llegan desde otros.
Con el pasar del tiempo muchas falsedades quedan al descubierto, mientras que otras se prolongan durante años, incluso durante siglos.
La falsedad es un ingrediente difícilmente eliminable en la experiencia humana. Muchos engaños, por culpa de otros o por culpa de uno mismo, llegan a nuestra mente y nos acompañan durante un tiempo más o menos largo, a veces con daños graves en la propia vida o en las vidas de otros.
Con prudencia y reflexión, con espíritu sanamente crítico y con honestidad, podremos superar algunos de esos engaños. Al mismo tiempo, buscaremos que otros (familiares, amigos, conocidos) eviten el contagio de la falsedad y se acerquen un poco más al mundo luminoso de lo verdadero, lo bueno y lo bello.