“No pueden sorprender las recientes noticias sobre la crisis humanitaria que supone la llegada y el aseguramiento masivo de niños migrantes en la triple frontera Centroamérica-México-Estados Unidos. O existe un inaceptable cinismo de las autoridades o hay una inocencia impropia de funcionarios que tienen la enorme responsabilidad de generar políticas públicas de atención a los migrantes”, es lo que sostiene el Javier Urbano Reyes,coordinador del Programa de Asuntos Migratorios de la Universidad Iberoamericana, y académico investigador del Departamento de Estudios Internacionales de esa misma institución

El académico señala que decir que el fenómeno es poco visible invita a pensar que los responsables no quieren acercarse a la ruta de la movilidad migratoria o que los funcionarios a su mando están realizando diagnósticos superfluos, coyunturales y sin un análisis de proyección. Desde hace varios años las decenas de albergues que atienden a las poblaciones migrantes en México han alertado sobre el desplazamiento de miles de infantes que son traficados “por encargo” de sus parientes en la Unión Americana para conseguir una reunificación familiar irregular en respuesta a un sistema legal de Estados Unidos que la rechaza.

“En segundo lugar, afirma el Doctor Reyes, es francamente risible que en los análisis no se haya entendido que la crisis económica y social en algún momento iba a terminar por romper toda la cadena comunitaria en las regiones de origen. La expulsión de jóvenes entre los 18 y los 30 años, que era el flujo mayoritario en las décadas de los años 70 y 80, se ha complejizado en los siguientes años con la movilidad de las mujeres e incluso de personas de la tercera edad. Por ello, si la dinámica de este movimiento humano tendía a diversificarse, ¿no era previsible que en algún momento se integraran los niños migrantes a este flujo, dado el rompimiento del tejido social producto de la pobreza en la región?

“En tercer lugar, dice el investigador del fenómeno migratorio, el desconocimiento de la realidad socioeconómica en Centroamérica impide proyectar el surgimiento de fenómenos de movilidad emergentes. La violencia casi endémica que acosa a parte de las naciones de esta región y el sistema de reclutamiento de las bandas del crimen organizado, como una especie de leva moderna, orillan a los padres a irse del país con la familia entera antes de que sus familiares sean integrados a la fuerza o con amenazas a las tristemente famosas maras o grupos similares. En este sentido, es grave que no se evalúe la gravedad de que en el camino no sólo se vean a niños, sino a la familia entera, lo que permite deducir la existencia de situaciones de horror en sus regiones de nacimiento. Ciertamente es muy preocupante ver a infantes en la ruta migratoria, pero es igualmente grave mirar a familias completas de migrantes en el mismo camino y en eso poco o nada se reflexiona”.

Javier Urbano Reyes, asevera que “evaluar la movilidad migratoria infantil requiere una división cuidadosa. Esta población puede caer en supuestos legales tales como que son ciudadanos de Estados Unidos cuyos padres son inmigrantes irregulares que han sido deportados y que en su intento por regresar a la Unión Americana son asegurados junto con sus progenitores sin una investigación sobre su estatus legal. No olvidemos que el deportador en jefe (Barack Obama) ha expulsado en su gestión a más de dos millones de personas, lo que con seguridad ha trastocado gravemente la vida de decenas de miles de vidas, especialmente la de los infantes hijos de padres irregulares”.

“En relación con los comentarios anteriores, apunta Reyes, existe una responsabilidad política y jurídica del sistema legal de Estados Unidos. La lentitud e incluso el rechazo de un proceso ágil y digno para la reunificación han empujado a miles de personas a transitar con sus hijos en forma irregular. Esto es de absoluta responsabilidad de nuestros vecinos del norte, quienes incluso han reconocido que su sistema migratorio está roto”.

A decir del Doctor Javier Urbano Reyes, México no queda exento de responsabilidades. La existencia de una Ley de Migración cuestionada por severas fallas de diseño y peores resultados en su ejecución, se ve más rebasada aún con la presencia de miles de niños para quienes la infraestructura de “aseguramiento” no tiene cabida y si la tiene, ésta es insuficiente, más aún si es gestionada por personal carente de capacitación, con una pésima formación ética e inmersa en un ambiente de intolerable corrupción.

La presencia de los infantes en la ruta migratoria no es sólo un grave problema humanitario. Es un síntoma del desgarramiento de los tejidos sociales a los que urge una intervención desde su raíz. Apelar al desarrollo de las regiones de expulsión es reconocer la existencia de los dos derechos básicos en la movilidad humana: el derecho a migrar, pero más importante, el derecho a no migrar, esto es, procurar los incentivos de desarrollo locales para que la migración sea una opción, y no una maldición para los migrantes.

Con información de la UIA-Santa Fe

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