OCTAVO DÍA | Por Julián López Amozurrutia |

A las noticias dolorosas sobre la situación en Ucrania y en la franja de Gaza el Papa Francisco añadió el domingo pasado, tras el rezo del Ángelus, la referencia a cuanto ocurre en el norte de Irak, que ratifica a las comunidades cristianas como las más acosadas por la persecución en el mundo actual.

«He recibido con preocupación -dijo- las noticias que llegan de las comunidades cristianas en Mosul (Irak) y en otros países del Medio Oriente, donde ellas, desde el inicio del cristianismo, han vivido con sus conciudadanos ofreciendo una contribución significativa al bien de la sociedad. Hoy son perseguidas. Nuestros hermanos son perseguidos, son expulsados, deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevar nada consigo. A estas familias y a estas personas deseo expresar mi cercanía y oración constante. Queridos hermanos y hermanas perseguidos de tal modo, sé cuánto sufren, sé que están siendo despojados de todo. ¡Estoy con ustedes en la fe en Aquel que ha vencido el mal! Y a ustedes, que se encuentran en la plaza y a cuantos nos siguen por medio de la televisión, les dirijo una invitación a recordar en la oración a estas comunidades cristianas».

También el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas denunció este hecho, expresando su «profunda consternación por los reportes de amenazas contra minorías religiosas y étnicas en Mosul y otras partes de Irak controladas por el Estado Islámico en Irak y el Levante, incluyendo el reciente ultimátum a los Cristianos de abandonar la ciudad, quedarse y pagar un tributo, convertirse al Islam, o enfrentar una ejecución inminente». Se añade que los opositores han sido «secuestrados, asesinados, han sufrido la destrucción de su propiedad, y que los hogares de algunos residentes en Mosul han sido marcados».

La marca colocada sobre las casas en el equivalente a una «n» en árabe, con lo que desde antiguo en esas tierras se indica a los cristianos como «nazarenos». Es un anuncio público para indicar que el hogar pertenece al estado y puede ser saqueado por los fieles a su organización.

El resultado ha sido que en estos mismos días, los últimos cristianos que habitaban ahí han abandonado su hogar. Se habla de tres mil personas. Algunas de ellas fueron acogidas en la parroquia de la aldea de Tilkif, que después sufrió también un ataque, aunque la situación fue controlada.

De acuerdo con L’Osservatore Romano, incluso la Organización de la Cooperación Islámica, que representa a 57 países musulmanes, denunció con fuerza: «El desplazamiento forzado de los cristianos de Mosul es un crimen intolerable. Las atrocidades cometidas y las prácticas realizadas no tienen nada que ver con el Islam, con sus principios de tolerancia y convivencia» (edición cotidiana del 24 de julio, p.7).

Una campaña solidaria en redes sociales ha hecho suyo el signo de la infamia, bajo el lema «Todos somos nazarenos». Se reitera la certeza de que todo crimen contra la humanidad trasciende los límites de las víctimas directas, alcanzándonos a todos.

La absurda dureza y crueldad de la situación encuentran cierto conforto en la cercanía de quienes respaldan a estas comunidades; en última instancia, al ver reflejado en su testimonio la última bienaventuranza: «Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos serán cuando los injurien, y los persigan, y sigan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos» (Mt 5,10-12).

También pone en guardia contra toda edición de fundamentalismos irracionales, tantas veces denunciados por el Papa Benedicto XVI. Si la fe ensancha el horizonte de la razón, también la razón presta un servicio de sensatez y de cordura a la fe.

 

Publicado en el blog Octavo Día, de El Universal (www. eluniversal.com.mx), el 25 de julio de 2014. Reproducido con autorización del autor: padre Julián López Amozorrutia.

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