Por Antonio Maza Pereda | Red de comunicadores católicos |

Esta es una pregunta para la que no tengo una buena respuesta. Tal vez debería refrasearla: ¿en qué se puede notar la diferencia entre un comunicador católico y uno que no lo es?

Tal vez aquí podamos encontrar algunos aspectos de diferencia. Por supuesto, está el sacramento de bautismo que éste comunicador ha recibido. Pero eso no se puede notar a simple vista. Tal vez está el hecho de que la persona se declare católica. Pero puede ser que haya muchos que se declaren católicos meramente por razones sociales o tradicionales.

Claro, podríamos decir cosas como: «un comunicador católico no acepta sobornos, no vende sus opiniones, es objetivo, respeta la verdad…». Pero, si hemos de ser honestos, es cierto que también hay comunicadores que no son católicos y que respetan una ética profesional elevada. No se trata de decir que sólo los comunicadores católicos tienen ética profesional y que todos los demás no la tienen. Sería extraordinariamente presuntuoso de nuestra parte.

Imaginemos que tenemos frente a nosotros a dos comunicadores. Los dos son profesionales al extremo, los dos tienen una elevada ética profesional y la siguen invariablemente. Los dos son buenos. Los dos aman su profesión y la ven como un servicio a la sociedad. Buenos comunicadores, no hay duda. ¿En qué distinguiríamos al comunicador católico de uno agnóstico?

Me resisto a pensar que serían exactamente iguales. Sería tanto como decir que el sacramento de bautismo no tiene un efecto en la persona. No me gustaría decir que la vivencia del catolicismo no haría ninguna diferencia en la actuación profesional de los individuos. No sería fácil ver la diferencia. Pero creo que debe haberla. Y creo que vale la pena discutirlo y debatirlo.

Puede ser que la gran diferencia esté en la jerarquía de sus valores. Mientras que para los dos la verdad es una obligación profesional, el católico ve en la Verdad, mucho más que la adecuación entre lo que se dice y la realidad: esa Verdad es su Señor, el que dijo «yo soy el camino, la verdad y la vida». No sólo respeta la verdad: para el comunicador católico esa verdad representa al mismísimo Jesús. Y no sólo se le respeta: se le venera, se le cuida, no se permite por ningún motivo dejar  de ponerla en primer lugar.

Otra diferencia puede ser la amplitud de su visión. El comunicador agnóstico puede tener una visión amplia de la vida, con una gran cultura que le permita ver más allá de lo inmediato. Pero en el comunicador católico, además, hay una visión de eternidad. Una creencia firme en que las cosas no terminan en esta vida, que hay algo más que este mundo pasajero, que todo lo que estamos reportando y comentando tiene una trascendencia muchísimo más allá de lo mundano. Y así, aunque ambos comunicadores busquen la verdad, el bien y la belleza, sólo uno de ellos puede ver que aún dónde bien, verdad y belleza están ausentes, puede todavía haber un resultado valioso para la eternidad.

Tal vez, otra diferencia que podría estar en el modo como se ve y se trata del prójimo. Nuestro comunicador agnóstico puede respetar a su contrincante, puede ser objetivo, puede ser tolerante. El comunicador católico, cumpliendo con todo lo anterior puede además amar a su enemigo y pedir porque quienes le hacen daño. Porque está siguiendo a su Señor que le dice: «si amas a los que te quieren ¿cuál bien has hecho…?»

Quisiera creer, además, que en el comunicador católico habría también una gran alegría, una alegría que viene de vivir la Esperanza. Que viene de la vida de la gracia, que viene de sentir que la santísima Trinidad ha hecho su casa dentro de cada uno de nosotros. Que el Espíritu Santo nos inspira y nos mueve, a pesar de nuestras debilidades.

¿Que muchos de nosotros, que nos decimos comunicadores católicos, no somos así? Por supuesto. Estamos hechos de un barro frágil. Pero, tal vez, tenemos ese ideal. El ideal de ser como creemos que Jesucristo sería si fuera un comunicador. Y no lo somos, pero quisiéramos ser así.

Como verás, querido colega, no tengo una buena respuesta. Sólo tengo ideas sueltas. Estoy, como ese Niño hace 2000 años, perdido. Buscando cuál es la voluntad de mi Padre. Y creo que no estoy solo. Creo que muchos debemos de examinar, debatir, criticar y buscar a una respuesta. Buscar en dónde está la diferencia y luego, con todas nuestras debilidades y todas nuestras flaquezas, hacer el intento de lograr ese ideal.

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