OCTAVO DÍA | Por Julián López Amozurrutia |

Durante el mes de octubre que se avecina tendrá lugar en la Ciudad del Vaticano la III Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, que tratará el tema de «Los desafíos pastorales sobre la familia en el contexto de la evangelización». Será la primera etapa de un discernimiento que continuará en la Asamblea Ordinaria del Sínodo en 2015, con el tema «Jesucristo revela el misterio y la vocación de la Familia».

El mismo Papa Francisco, que convocó este ejercicio de reflexión eclesial apenas a ocho meses de iniciado su pontificado, ha querido que se prepare inmediatamente con una intensa jornada de oración, este domingo 28 de septiembre. Se ha propuesto para ello utilizar un texto escrito por el mismo Papa para la fiesta de la Sagrada Familia del pasado mes de diciembre. Aquí la plegaria:

«Jesús, María y José, contemplamos en ustedes el esplendor del verdadero amor, con confianza nos dirigimos a ustedes. Sagrada Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugares de comunión y cenáculos de oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Sagrada Familia de Nazaret, que nunca más se experimente en las familias violencia, falta de acogida y división: que todo el que haya sido herido o escandalizado reciba pronto consolación y curación. Sagrada Familia de Nazaret, que el próximo Sínodo de los Obispos pueda restablecer de nuevo la conciencia del carácter sagrado e inviolable de la familia, su belleza en el proyecto de Dios. Jesús, María y José, atiendan nuestra súplica. Amén».

No es la primera ocasión que el Sínodo de los Obispos aborda el tema. Ya en 1980 la V Asamblea Ordinaria tocó como su eje «La familia cristiana», y de ella se derivó la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, de Juan Pablo II, una auténtica carta magna de nuestro tiempo en la consideración cristiana de la familia.

Las condiciones actuales, sin embargo, marcan un reto aún más acuciante al evangelio del matrimonio y la familia. Baste considerar la polifacética respuesta recibida a la amplia consulta realizada por la Secretaría General del Sínodo, sobre la que se elaboró el Instrumento de Trabajo, punto de partida ahora de los trabajos, que representa una auténtica radiografía de la complejidad del tema.

En realidad, la Iglesia tiene una amplísima experiencia en la consideración filosófica, teológica y pastoral de la familia. Revisando, por ejemplo, la documentación que recoge el Enchiridion de la Familia, accesible en línea, se encuentra una desbordante memoria que recorre los veinte siglos del cristianismo.

Antes de la Familiaris Consortio, el Concilio Vaticano II aportó una valiosa enseñanza a este propósito. LaConstitución sobre la Iglesia Lumen Gentium ubicó su realidad en el contexto del ejercicio del sacerdocio bautismal: «Los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del matrimonio, por el que significan y participan el misterio de unidad y amor fecundo entre Cristo y la Iglesia, se ayudan mutuamente a santificarse en la vida conyugal y en la procreación y educación de la prole, y por eso poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su estado y forma de vida. De este consorcio procede la familia, en la que nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la gracia del Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios, que perpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En esta especie de Iglesia doméstica los padres deben ser para sus hijos los primeros predicadores de la fe, mediante la palabra y el ejemplo, y deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un cuidado especial la vocación sagrada» (n. 11).

Y reiteró el tema de la santidad familiar en su célebre capítulo V: «Los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, mediante la fidelidad en el amor, deben sostenerse mutuamente en la gracia a lo largo de toda la vida e inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas a los hijos amorosamente recibidos de Dios. De esta manera ofrecen a todos el ejemplo de un incansable y generoso amor, contribuyen al establecimiento de la fraternidad en la caridad y se constituyen en testigos y colaboradores de la fecundidad de la madre Iglesia, como símbolo y participación de aquel amor con que Cristo amó a su Esposa y se entregó a Sí mismo por ella» (n. 41).

Pero el documento conciliar que más abundó sobre el matrimonio y la familia fue la Constitución Pastoral Gaudium et Spes, que consagró un capítulo completo al asunto. Valdrá la pena volver a él con detenimiento.

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