Por Francisco Xavier Sánchez |

La sociedad actual, que algunos catalogan como post-moderna, atraviesa por una grave crisis educativa. Es verdad que contamos como nunca con avances científicos y tecnológicos, pero por otra parte hemos retrocedido muchísimo en lo referente a principios morales y a la inculcación de grandes ideales en la juventud.

Una sociedad con grandes medios de comunicación pero que es incapaz de enseñarnos a comunicar con nuestro vecino de a lado. Una sociedad que promueve el consumismo bestial y despiadado, pero que al mismo tiempo no quiere saber nada sobre la pobreza y el hambre en el mundo. Una sociedad del hedonismo y del placer, en la que sin embargo crece la depresión y la tristeza.

¿Las religiones y en particular el cristianismo tendrán que ver algo en todo esto? Claro que sí. Me parece que ante una sociedad sin rumbo y sin ideales es necesario anunciar la Verdad del cristianismo, y la Verdad presente en cualquier religión que promueva la Paz, la Justicia y la Fraternidad humana.

Es importante que los líderes religiosos unamos fuerzas para buscar un proyecto común en este mar caótico en el cual nos encontramos. Es verdad que escuchamos en los medios de comunicación atrocidades causadas por fundamentalistas islámicos, o matanzas causadas por judíos o cristianos. Sin embargo la esencia de la religión es otra cosa. Decía Feuerbach que la esencia de cualquier religión es la esencia misma del hombre pero deificado. Hemos nacido par hacer el bien. Proyecto en el cual nos jugamos el sentido de nuestra vida.

Es importante que en los seminarios (donde se preparan a los futuros sacerdotes) y en las universidades (donde se preparan a los futuros profesionistas) busquemos una educación más critica del mundo actual. Un mundo que está hecho una “mierda” por utilizar una palabra que lo dice todo. Y lo peor es que las jóvenes generaciones se acostumbren al olor del excremento. Es necesario buscar un nuevo “aroma” para nuestro planeta, para nuestra sociedad, para la humanidad… Y éste aroma llega cuando dejamos entrar a Dios en nuestras vidas.

Para concluir, agradezco al Señor lo bueno que ha sido conmigo porque me acaban de informar que he sido aceptado en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI, Nivel I). Escribo esto no por presunción personal, sino como testimonio ante Dios.

Agradezco a Dios que yo, el hijo de un pobre carpintero de provincia, haya podido realizar estudios superiores; algo que es muy difícil realizar para muchos mexicanos. Agradezco a Dios que yo, siendo sacerdote (y gracias al apoyo de mi obispo Don Héctor Luis Morales Sánchez) cuente con el tiempo necesario para poder dedicarme a la investigación científica, algo que no les es posible a la mayoría de mis compañeros sacerdotes desbordados por el trabajo pastoral. Sin Dios yo no hubiera logrado nada de lo que ahora soy y con Dios puedo hacer cosas admirables de las que yo mismo me sorprendo.

Gracias amado Señor y por medio de éstas líneas te respondo: ¡Heme aquí! Envíame a mí!

 

 

Por favor, síguenos y comparte: