Por Francisco Xavier Sánchez |

A las personas residentes en México: católicas y no católicas, al pueblo en general.

Mi nombre es Francisco Xavier, soy sacerdote católico y profesor de Universidad. Ante la situación de violencia y de brutalidad que vivimos ahora en México, he querido humildemente pedir perdón, a la población en general, en nombre de la Iglesia católica por lo que ahora estamos padeciendo en nuestro país. ¿Perdón de qué? De no haber sabido –o en algunos casos querido– predicar correctamente la Palabra del Señor que debe ser fuente de justicia y de fraternidad entre los hombres.

México está considerado como uno de los países más católicos del mundo, la devoción a la Virgen de Guadalupe es fuente de nuestra identidad nacional. Y sin embargo… Vivimos ahora una situación de violencia sin precedentes. ¿Cuántos de los narcos y policías que asesinan ahora a estudiantes fueron bautizados? ¿Cuántos de nuestros dirigentes políticos y empresarios corruptos, mentirosos y cínicos, fueron formados en escuelas y universidades católicas? ¿Cuántas lideres sociales y comunicólogos, que ahora nos mienten y trastornan la información, no son de extracción católica? Yo como sacerdote (católico mexicano) siento vergüenza y también culpabilidad por lo que ahora estamos viviendo. Y es a nombre de la Iglesia católica (o por lo menos de aquellos y aquellas que se quieran unir a esta “mea culpa”) que ahora les pido perdón.

  • Perdón por no haber predicado suficientemente que el ser cristiano implica tener hambre y sed de justicia.
  • Perdón por no haber despertado la conciencia social durante las homilías dominicales, haciendo de la religión más opio que atonte y que duerma, que aguijón que despierte las conciencias.
  • Perdón por haber desligado la vida social, política y económica de nuestro país, de la enseñanza en la catequesis.
  • Perdón por los sacerdotes, obispos, nuncios y jerarcas, que se han aliado con el poder político y económico de nuestro país, y han olvidado ser verdaderamente pastores y profetas, dispuestos a dar la vida por su pueblo, en especial por los pobres.

Si queremos algo nuevo a nivel social y político en México, considero que es necesario que todos hagamos un examen de conciencia para saber en qué fallamos, qué hicimos mal, en qué nos equivocamos: lideres religiosos, políticos, profesores de escuela, empresarios, padres de familia, etc., etc. Pareciera ser que el barco se está hundiendo en nuestro país porque hemos descuidado lo fundamental que es el respeto al ser humano. Vivimos en un país en el que se ha propiciado la búsqueda egoísta y hedonista del ser humano en detrimento de los demás. ¿Cómo vamos a vivir en un país en que se persigue y se mata a los estudiantes por el simple hecho de luchar por un país justo? ¿Cómo vamos a vivir en un país en el que los lideres sindicales ostentan lujos y derroche mientras se paga un salario mínimo de hambre? ¿Cómo vamos a vivir en un país en que se libera a los narcotraficantes y se encarcela y se mata a los lideres sociales? ¿Cómo vamos a vivir en un país en el que la política se ha convertido en un negocio y no en un servicio prestado al pueblo?

Mi nombre es Francisco Xavier, tengo cerca de 25 años de ser sacerdote, y pido perdón por no haber hecho lo suficiente por cambiar mi país. Por no haber hecho lo suficiente para hacerlo más hermoso, más humano, más justo. Perdón sobre todo a los extranjeros, a los huérfanos y a las viudas, símbolos en la Biblia del ser humano que más nos necesita.

Pido perdón a nombre de muchos –que deberían también hacerlo a título personal–, sin embargo también tengo mi conciencia tranquila por haber sembrado pequeñas “semillitas de esperanza” en los lugares en qué he trabajado hasta ahora.

Termino también agradeciendo a Dios por el testimonio de tantos cristianos y católicos que alientan mi fe en Dios y mi esperanza en el hombre. Gracias a “Las patronas”. Gracias a mi amigo el P. Alejandro Solalinde. Gracias al obispo Raúl Vera. Gracias a Javier Sicilia. En fin, gracias a todos aquellos y aquellas católicas que nos aportan un poco de luz y de esperanza en estos momentos de oscuridad.

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