El pasado sábado, a las 18 horas en la Plaza de San Pedro, tuvo lugar una vigilia de oración, promovida por la Conferencia Episcopal Italiana, por el Sínodo de la familia. Al evento participaron los padres sinodales y se alternaron momentos de oración, reflexión y testimonios de vida familiar. A las 19 horas, el Santo Padre se unió a las familias y los fieles a los que dijo que era »la hora en la que cada uno vuelve con gusto a su casa para encontrarse entorno a la mesa, con todos los afectos, del bien cumplido y recibido, en los encuentros que calientan el corazón y lo hacen crecer, con el buen vino que anticipa en los días del hombre, la fiesta sin ocaso. Es también la hora más pesada -continuó- para quien se encuentra cara a cara con la propia soledad, en el crepúsculo amargo de los sueños y de los proyectos no realizados: cuantas personas arrastran los días en el callejón sin salida de la resignación, del abandono, o peor del rencor. En cuantas casas falta el vino de la alegría y por lo tanto el sabor -la sabiduría misma- de la vida… De los unos y de los otros esta noche nos hablamos con nuestra oración».
Francisco habló de »la comunión de vida asumida por los esposos, su apertura al don de la vida, el cuidarse recíprocamente, el encuentro y la memoria de las generaciones, el acompañamiento educativo, la transmisión de la fe cristiana a los hijos» y destacó que con todo esto »la familia sigue siendo una escuela sin par de la humanidad, contribución indispensable a una sociedad justa y solidaria. Y cuando más profundas serán sus raíces, más en la vida será posible salir e ir lejos, sin perderse ni sentirse extranjeros en ninguna tierra. Este horizonte nos ayuda a entender la importancia de la Asamblea sinodal que se abre mañana».
»Para buscar lo que el Señor pide hoy a su Iglesia tenemos que escuchar los latidos de este tiempo y percibir el ‘olor’ de los hombres de hoy, hasta quedarnos impregnados de sus alegrías y esperanzas, de sus tristezas y angustias. A este punto sabremos proponer con credibilidad la buena noticia sobre la familia». Antes de finalizar, el Papa pidió al Espíritu Santo que ofrezca a los padres sinodales el don de escuchar a Dios y al pueblo, que se confronten con sinceridad, de manera abierta y fraterna, y que mantengan la mirada fija en Jesucristo. ‘Asimismo añadió que »con la alegría del Evangelio encontraremos el pasar de una Iglesia reconciliada y misericordiosa, pobre y amiga de los pobres; una Iglesia capaz de »vencer con paciencia y amor las aflicciones y las dificultades que le vienen, sea de adentro que de afuera».