Por Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de Acapulco |

Iniciamos el mes de octubre, mes en el que la Iglesia nos invita a reflexionar sobre la esencia de ella misma: “La Misión”. Un momento privilegiado para ello es la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones, que este año celebraremos el 19 de octubre. “La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado para que nos comprometamos con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción. De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera” (Mensaje de la Jornada Mundial de las Misiones 2014)

El Papa Francisco, en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gadium”, ha invitado a la Iglesia universal y a las iglesias particulares, a que iniciemos una nueva etapa misionera y evangelizadora. Pero insiste en que esta nueva etapa en la Iglesia ha de estar caracterizada por la Alegría. No se trata de cualquier alegría, sino de aquella alegría que brota del encuentro con Jesucristo. Porque la alegría que brota del encuentro con Jesucristo, es una alegría que lo llena toda, lo transforma todo y todo lo hace nuevo. Es además una alegría que se comparte, que no se puede quedar encerrada. Una alegría que en sí misma posee un potencial que es capaz de llegar a todos. Es pues una alegría misionera.

Para hacerlo realidad, es necesario construir una “Iglesia en Salida”. Una Iglesia en salida es la comunidad de discípulos y misioneros que primerean, acompañan, involucran, fructifican y festejan. Primerear significa tomar la iniciativa, acompañar que genera procesos, involucrar que señalan y achican distancias, fructificar que indica y sabe mirar y recoger los pequeños logros, festejar que subraya la importancia de saber gozar y alegrarse con el pueblo. Construir una iglesia en salida presupone una transformación misionera de todas las estructuras de nuestras parroquias: horarios, lenguaje, métodos, actitudes, espacios físicos, etc. Construir una iglesia en salida requiere pasar de la pastoral de la conservación, es decir, de una pastoral que mira siempre a sí misma y a su propia conservación, a una pastoral más misionera, es decir, una pastoral más dinámica, creativa, innovadora, audaz. Es una pastoral que en lugar de mirar siempre hacía sí misma, sale a las periferias de la existencia humana y privilegia siempre a los pobres.

Estimados sacerdotes y comunidades parroquiales, no nos dejemos robar la alegría del Evangelio. Volvamos la mirada a Jesucristo, Él es la fuente de la verdadera alegría. Les comparto el entusiasmo y el compromiso con que se vive la fe en los lugares de misión. Me siento fortalecido y entusiasmado por lo que estoy viviendo en la  iglesia en. África. En medio de adversidades se vive el compromiso comunitario, el perdón, la reconciliación y la esperanza. Los invito a que transformemos nuestras vidas y comunidades para la misión.

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