En México la violencia contra los migrantes es una cuestión estructural que lamentablemente se potencia por diez o por cien si careces de documentos y eres negro, dijo el doctor Javier Urbano Reyes, coordinador del Programa de Asuntos Migratorios (Prami) de la Universidad Iberoamericana, durante el diálogo que tuvieron alumnos y académicos con Ángel Amílcar, el migrante centroamericano que fuera encarcelado injustamente en nuestro país hace más de un lustro.

Urbano agregó que el del garífuna Amílcar, indígena afroamericano de Honduras, es sólo un caso representativo de la condición estructural de falta de justicia en México, donde tristemente la impunidad es “el deporte nacional de los ministerios públicos”.

Por ello el Prami afirma que lo sucedido a Ángel le puede pasar a cualquiera con condiciones socioeconómicas desfavorables, pues “la ley no te va a proteger si no eres rico. Sólo el dinero puede hacer que la ley funcione”.

A pocos días de que a Amílcar se le declarara el 15 de octubre de este año sentencia absolutoria a su favor, al no haber pruebas que demostraran su culpabilidad sobre lo que se le acusaba -tras cinco años, siete meses y seis días encarcelado-, visitó la Ibero para compartir su lamentable experiencia, como haber sido mantenido 80 días dentro de un cuartel militar, interrogado con tortura, sin asistencia consular, ni una entrevista privada con su defensora de oficio, “discriminado por mi color y sentenciado por delincuencia organizada, por ser negro”.

La maestra Denise González Núñez, abogada del área internacional del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, institución que apoyó a Amílcar, relató que cuando él fue detenido en Tijuana las autoridades migratorias buscaban a un narcotraficante apodado El Negro, y al ver a Ángel hicieron una construcción en sus cabezas a partir de su color de piel, y lo acusaron con las siguientes consideraciones: “Eres negro, por lo tanto colombiano, y por lo tanto delincuente”.

Violado su derecho al debido proceso y sin los medios para recabar las pruebas de su inocencia, Ángel escribió a Amnistía Internacional para pedir orientación, y ésta le envió al Centro Federal de Readaptación Social donde se encontraba preso un listado de instituciones que podrían ayudarle en su defensa, en el que figuraba el Pro Juárez, que accedió a apoyarlo tras leer su expediente y ver que no era un delincuente, sino un migrante que deseaba ir a Estados Unidos para ganar el dinero suficiente para pagarle un tratamiento contra el cáncer a su hijo de ocho años (quien falleció cuando su padre estaba encarcelado).

No obstante haber recuperado su libertad, Ángel permanece en nuestro país a la espera de que el Estado mexicano le repare económicamente el daño que le cometió, “como la ley establece”; que dicte medidas de no repetición, para que casos similares al de él no vuelvan a suceder, y para que quienes cometen delitos contra los migrantes no continúen haciéndolo, porque si no sería reafirmar la impunidad en México.

Asimismo, Amílcar reconoció que existe una averiguación previa contra quienes le cometieron actos de tortura física y psicológica, que ya no le permiten correr, ni saltar, porque se le inflaman las rodillas, además de tener pesadillas recurrentes, de las cuales despierta gritando y sudando.

Posteriormente regresará en compañía de su esposa e hijo a Honduras, donde trabajará en su estabilidad familiar y su salud, y no descarta la posibilidad de recibir la atención de algún psiquiatra.

“Una vez que avance un poco con esta situación de estabilidad familiar, pienso reincorporarme otra vez a mi trabajo social” (Amílcar fue presidente de la Organización Fraternal de Negros de Honduras) .

Finalmente Ángel Amílcar Colón Quevedo dijo que mientras los estados centroamericanos -México y Honduras incluidos- no sean conscientes de la realidad de sus comunidades expulsoras de migrantes, la situación en nuestros países no va a mejorar.

“Unámonos para que nuestras autoridades busquen la manera de resolver las causas de la migración, como son los problemas de educación, de alimentación, de fuentes de trabajo, de salud. Porque la migración es un efecto de esos problemas”.

Universidad Iberoamericana

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