Por Antonio Maza Pereda | Red de Comunicadores católicos |

Dos semanas de 2015… y poco más. Inicia el año nuevo. Año nuevo, vida nueva, dicen. Pero, ¿de veras es así? Si uno lee los medios, parecería que sí. Los temas que sacudieron el cierre de 2014 ya están ausentes de los medios. Nada del decálogo de seguridad, nada del conflicto de intereses. Nada de la aprobación de las reglas anticorrupción. Ni siquiera del 911.

Si los grupos ligados a los 43 de Ayotzinapan no estuvieran haciendo provocaciones violentas, estarían en la página 25 de los periódicos y no estarían en la televisión abierta. Tal vez por eso esos grupos se han radicalizado, para seguir presentes. Y no los justifico. Pero esa parece ser la explicación de sus tácticas, aún a riesgo de que la población, sin apoyo de las autoridades, se les pueda enfrentar. Como ya está ocurriendo.

Estamos de lleno en la lógica del amarillismo. Si es nuevo, escandaloso, singular, entonces es noticia. Si es algo ya muy visto, aunque sea muy importante, no es noticia. Que un grupo se manifieste violentamente, es noticia. Si grupos mucho mayores se manifiesten pacíficamente en las plazas y en las redes sociales, no es noticia.

Estamos como sociedad en una especie de “síndrome de déficit de atención” colectivo. El tiempo no nos sana, pero nos hace olvidar. Los nuevos temas son las acusaciones a distintos actores políticos. Probadas o no: lo que importa es que sean nuevas. Otros ejemplos: el juego de las sillas musicales que juegan los partidos políticos para las próximas elecciones federales: todos buscando cambios, pero cuidando de no quedarse sin sillas. O puestos. Los pleitos internos de los partidos políticos, que siempre dan material para sabrosos chismes. Ah, y las nuevas licitaciones y las grandes obras. Pero ni una palabra de las licitaciones tramposas, que pasan impunes.

Nuestra atención se ocupa por un tiempo breve y de ahí brincamos a un nuevo tema y a otro y a otro… como viendo programas de televisión una tarde. Creemos en lo que nos anuncian, sin molestarnos en comprobarlo. Creemos las acusaciones publicadas o creadas en los medios y no vemos si finalmente pudieron sustentarse y comprobarse. Y con ese modo de ser, no importa que tan grave sea un tema, pronto lo olvidamos y aquí no ha pasado nada.

Vienen nuevas elecciones. Si hubieran sido el 15 de diciembre de 2014, por ejemplo, todos los partidos políticos hubieran recibido votos de castigo. ¿Será igual en julio de 2015? Con tristeza lo digo: lo dudo mucho. Ocupados en el circo electorero, no daremos seguimiento a decálogos y líneas de acción. Leyes secundarias y reglamentaciones de las Reformas Estructurales se nos pasarán desapercibidas, como se nos han pasado los miles desaparecidos previos a los 43 y los que, tristemente, seguirán ocurriendo gracias a la impunidad. Como hemos olvidado los malos manejos de algunos políticos, como olvidamos la corrupción de los que no son políticos… en fin.

Hoy por hoy, muchos están apostando a nuestra desmemoria, a nuestro síndrome de falta de atención de la ciudadanía. Y, hasta ahora, están ganando la apuesta.

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