Segunda y última parte |
Por Juan Gaitán |
En la entrega anterior acerca de la Mesa de diálogo bajo el título La Iglesia frente a la corrupción, la injusticia y la violencia en México, realizado en la UPM, comenté que los contenidos compartidos en dicho panel se podían resumir en algunos puntos comunes, entre los que desarrollé la sinceridad al Evangelio y la centralidad del Reino. A continuación tres ideas más:
Del discurso a las estrategias
A pesar de que Monseñor Ramón Castro invitó con insistencia a acercarse a los documentos de la Conferencia Episcopal Mexicana sobre los temas de Justicia y Paz (acerca de los cuales criticó que los fieles no leen), el resto de los ponentes coincidió en que es tiempo de pasar del discurso a la estrategia y a las acciones concretas.
La Doctrina Social de la Iglesia es basta, ahora es tiempo de que los cristianos se organicen para incidir realmente en la transformación de las situaciones de injusticia. El padre Alejandro Solalinde mencionó que la Iglesia tiene la estructura suficiente para lograr esto si se lo propusiera, pues llega a todos los rincones del país.
Me gusta decirlo de este modo: No es lo mismo estar del lado del pobre desde el púlpito, que estar al lado del pobre, hombro a hombro, acompañando, solidarizándose; recordando que no se puede llamar «caridad» a lo que es cuestión de justicia.
La Iglesia llamada a ser el buen samaritano
La hermana María Zamarripa, con voz ecuánime pero con afirmaciones fuertes, recordó la parábola del buen samaritano haciendo un símil con nuestra época: diversos criminales del país, que se encuentran en diversas esferas sociales, son salteadores que golpean y dejan abatido al pueblo mexicano. La Iglesia corre el riesgo de pasar junto a él como el sacerdote o el levita, sin mirar el rostro del hombre que sufre.
El comentario de la Casa de la Biblia a esta parábola dice: «En este gesto del samaritano la Iglesia de todos los tiempos reconoce un aspecto fundamental de su misión: la de levantar a todos los hombres y mujeres caídos en los caminos de la historia».
Añadió Zamarripa que los católicos somos muy dados a decir: «voy a rezar por ti», pero comentó «eso no es suficiente», debemos, como el buen samaritano, cuidar del hombre atormentado.
Conclusión: El martirio como indicador de fidelidad
Por último, pienso que se puede concluir con un pensamiento del padre Solalinde. En la conferencia de prensa un periodista preguntó a los ponentes sobre sus reacciones al enterarse de los recientes asesinatos de sus hermanos sacerdotes.
Alejandro Solalinde respondió diciendo que estos asesinatos son una buena señal, pues indican que en la Iglesia se están haciendo las cosas al modo de Cristo: entregando la vida hasta el final.
No se puede seguir a Cristo sin estar dispuesto a dar la vida por él.
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