Por Rodrigo Aguilar, Obispo de Tehuacán |

 

El 25 de marzo celebramos la Fiesta Solemne de la Anunciación del Señor, exactamente nueve meses antes de la Navidad. El Hijo de Dios se encarna y empieza a gestarse en el vientre de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Por eso es propicio celebrar el Día de la Vida. Jesucristo viene a rescatar el valor sagrado de cada vida humana, como imagen de Dios.

Pero las noticias nos presentan que nos estamos encontrando nuevamente en Tehuacán con dolorosos y trágicos hechos de muerte: Un varón que se siente solo y hundido en su situación, parece que hubo fuertes problemas de relación afectiva, y decide ahorcarse. Otro varón que tiene problemas con su mujer, además fuertes problemas económicos y se quita la vida con un tiro en la boca, habiendo quitado previamente la vida a sus dos hijos, de 3 y 8 años, mediante asfixia, tal vez con la pretensión de no dejarlos desamparados.

Me afligen estos hechos. Trato de ponerme en la mente y el corazón de estas personas que han actuado así, con el agobio de problemas, la soledad, el desamparo para encontrar una mejor solución. Me siento parte de una sociedad que los rodeaba pero sin haberlos acogido con el corazón.

Eso. Nos estamos convirtiendo en una sociedad de personas ansiosas de logros individuales o familiares, o si acaso logros de un pequeño círculo de amigos, pero insensibles a los sufrimientos de muchos otros.

¿Qué podemos hacer? ¿Qué debemos hacer?

Que estas preguntas provoquen reflexión y diálogo, en una atmósfera de respeto, aceptación y ayuda mutua. Por un lado, no nos encerremos en nosotros mismos, dejémonos ayudar. Por otro, ayudemos con alegría, creatividad y generosidad.

Vale la pena seguir viviendo. Vale la pena ayudar a seguir viviendo. Busquemos y encontremos el sentido de nuestra vida. Para eso ha venido Jesucristo. Para eso se ha hecho hombre, se ha encarnado, ha nacido, ha vivido entre nosotros, ciertamente en un lugar y época diferente, pero asumiendo TODA la condición humana, de ayer, hoy y siempre.

Dejémonos amar por Cristo, Quien se hace presente por medio de numerosas personas en nuestra vida. Sepamos encontrar a Cristo, especialmente en los más necesitados.

Frente a los hechos de muerte, encuentro gracias a Dios, muchos hechos de vida. Por ejemplo un sacerdote que me comparte la visita que ha hecho a enfermos en sus casas, la soledad y pobreza en que viven algunos, pero la paz y fe con que padecen sus sufrimientos, unidos a la Cruz de Cristo.

Otras personas que ofrecen cada paso que dan, cada voz que pronuncian, a veces con suma fatiga, pero con total donación por el bien de los demás.

Gracias, Virgen María, porque dijiste “Sí” a los planes de Dios y has acogido en tu seno al Redentor del mundo. Ayúdanos a decir también nosotros “sí” a lo que Dios nos conceda, nos pida, permita que suceda en nuestra vida, que a la luz de Cristo siempre será la clave para darle sentido a nuestra vida y para ayudar a otros a su paz y donación, en cadena que no termine.

Por favor, síguenos y comparte: