Una demanda para Cristo resucitado para que alivie «el sufrimiento de tantos de nuestros hermanos perseguidos a causa de Su nombre» en Siria, Irak, Kenia; una oración por «todos aquellos que injustamente sufren las consecuencias de los conflictos y la violencia en curso»; una petición por la paz en Tierra Santa, Libia, Yemen, Sudán, Congo, Nigeria, Ucrania: son los lugares donde Francisco ha invocado la esperanza de la Iglesia en su Mensaje Pascual Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo): «¡Jesucristo ha resucitado! El amor vence al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha desterrado la oscuridad». En el mensaje también hay algunas frases de agradecimiento por el acuerdo marco alcanzado en Lausana entre Irán y las grandes potencias sobre el programa nuclear de Teherán. Y hay también un llamamiento a la comunidad internacional a «no permanece inerte» delante de todas las tragedias humanitarias.
El pontífice dirigió su mensaje a las 12 de hoy, desde el balcón central de la basílica vaticana, en frente de una gran multitud de fieles – quizás 30-40000 – que, armados con paraguas, hicieron frente a la lluvia que durante todo la mañana ha caído en la ciudad. Antes del mensaje y la bendición solemne, Francisco celebró la Santa Misa en la escalinata de la basílica. Ha sido necesario un paraguas para todas las acciones litúrgicas: las procesiones, incensarios, lectura del evangelio (en latín y griego), Ofertorio, Comunión. Junto con la inundación de sombrillas multicolores, en apoyo de la liturgia, había una decoración floral, era un expansivo regalo de los Países Bajos.
En la Misa, el Papa no ha pronunciado ninguna homilía. Pero el mensaje está lleno de referencias a la importancia de la fiesta: «Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos el camino de la vida y la felicidad: esta calle es la humildad, que implica la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria».
En un mundo orgulloso, que «tiene por objeto establecer a toda costa, el competir, el hacerse valer», «los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado son los brotes de otra humanidad, en la que tratamos de vivir en servicio de los demás, no para ser arrogantes, pero disponibles y respetuosos».
«Esto – añadió – no es debilidad, ¡sino el poder real! Quién lleva en sí el poder de Dios, su amor y su justicia, no necesita usar la violencia, sino que habla y actúa con el poder de la verdad, la belleza y el amor».