…simplemente tratamos de seguir a Cristo |
Por Francisco Xavier Sánchez |
Hace pocas semanas comencé a sentir síntomas de depresión. Tal vez quien lea estas líneas –y tenga poco contacto con sacerdotes– se preguntará: ¿Los sacerdotes también se deprimen? Pues bien, quiero asegurarles que los sacerdotes no somos ni súper héroes ni súper villanos, aunque hay algunos cohermanos que viven en alguno de los dos extremos que he mencionado. Pero la mayoría –como es mi caso– tratamos simplemente de seguir a Cristo a pesar de nuestras limitaciones.
Tiene años que pasé por una ligera depresión cuando realizaba mis estudios de filosofía en el extranjero. Ya casi para terminar mi tesis de Doctorado me encontraba muy cansado y ya con muchos deseos de regresar a México. Me costaba trabajo concentrarme y me sentía culpable por no aprovechar al máximo mi tiempo de estudios. Fue entonces que descubrí –gracias a la ayuda del Doctor que me atendía– que pasaba por una ligera depresión. Para no hacer esta historia larga resumiré diciendo que tuve que tomar ciertos antidepresivos y platicar regularmente con una psicoanalista. Todo esto me recuerda a Woody Allen hablando con su psy de su mamá.
Por ahora no tengo preocupaciones particulares, es el estrés normal de un profesor universitario y de un sacerdote ordinario, tal vez son sentimientos reprimidos, tal vez es el cansancio acumulado, tal vez …, será el sereno pero ligeros síntomas de depresión me han llegado en las últimas semanas.
Dios es tan grande que nos pone en relación con personas que necesitan de nosotros como nosotros necesitamos de ellos. El sábado recibí una llamada telefónica de la secretaria de un sacerdote conocido mío. Me hablaba casi de urgencia para que fuera yo a ver al Padre X, porque estaba pasando por momentos de depresión muy fuerte y ella me pedía que fuera yo a verlo. Él no lo hubiera deseado, últimamente se había encerrado y prácticamente no quería hablar con nadie. Sin embargo no tuvo más remedio que recibirme y logramos platicar un rato. Él y yo somos casi de la misma edad y con vacíos y soledades tal vez muy parecidas. De pronto me puse a darle consejos como si yo fuera todo un especialista en el tema. Le confesé que yo también estaba pasando por ciertos síntomas que yo consideraba depresión, aunque por lo que se veía mi caso no era tan fuerte como el suyo. Quedamos en que trataríamos de vernos y de salir juntos para distraernos un rato y que sobre todo rezaríamos uno por el otro.
El sábado por la noche dormí muy tranquilo. Parecía que al haber hablado yo con él y haberle aconsejado ciertas cosas para que recobrara el ánimo y se estabilizara nuevamente, hubiera yo hablado conmigo mismo. La mejor medicina emocional es el contacto con nuestros semejantes.
El día de hoy domingo que está por terminar fue un día agotador. Misas desde las 6h30 de la mañana y bautizos en mi parroquia. Después irle a bailar como “Chínelo” (casi 3 horas) al Señor de la Misericordia en la Col. Benito Juárez, Nezahualcóyotl, Estado de México, y luego celebrar la misa en la calle ya todo cansado y con los pies adoloridos. Y ya cuando pensaba regresar a casa para bañarme y descansar, vi que tenía un mensaje de urgencia en mi correo electrónico. Una ex-alumna mía, a quien había dado clases en la Universidad, me pedía que fuera yo a ver a su abuelita que estaba agonizando. De inmediato le llamé por teléfono al número que ella me indicaba y poco tiempo después estaba en el hospital. Efectivamente su abuelita está agonizando. Le di los santos oleos e hicimos un momento de oración con toda su familia presente en uno de los salones del hospital. Fue muy grato escuchar a mi ex-alumna decirme: -Cuando mi abuelita se puso muy mal en la primera persona que pensé fue en usted. Tengo muy bonitos recuerdos de usted como mi profesor.
Los sacerdotes no somos súper héroes (a excepción de mis amigos P. Alejandro Solalinde y P. Federico Loos, entre algunos sacerdotes héroes a quienes admiro), sólo somos simples seres humanos que tratamos de seguir a Cristo. A veces con caídas, con raspaduras por el camino, pero con la satisfacción de trabajar para el Maestro.