Por Fernando Pascual |

Los años pasan. Poco a poco, dejas de ser niño y empiezas nuevas etapas. Te darán muchos consejos, algunos mejores, otros peores. Lo importante es que encuentres amigos verdaderos que te ayuden a distinguir entre lo malo y lo bueno.

La vida ante tus ojos se presenta con muchas opciones. Puedes escoger lo fácil, lo cómodo, lo divertido, lo agradable, lo que está de moda, lo que te une a un grupo de amigos no muy recomendables. O puedes escoger un camino difícil pero lleno de metas hermosas.

¿Cómo orientarte ante tantas posibilidades? Te ayudará mucho escuchar a tus padres, a tus abuelos, a educadores y familiares que buscan tu bien y que desean que vayas por el buen camino. Si logras confianza con ellos, podrás resolver algunas dudas y evitar malos pasos.

En cambio, no te ayudará seguir la voz de falsos amigos que te prometen alegrías fáciles, fiestas superficiales, músicas con ritmos y mensajes peligrosos, bebidas que te destruyen o drogas que te esclavizan. Por más que te digan que ya no eres un niño y que hay que disfrutar, lo único que lograrás con ellos es destruir tu conciencia y tu vida.

Descubre el valor de tu alma y del alma de todos los que te rodean. No te obsesiones por el cuerpo. Lo físico tiene su importante: hay que comer bien y hacer deporte con medida. Pero lo más importante es tu mente, tu corazón, tus sentimientos. No permitas que roben tu inocencia, que destruyan tu pureza, que corrompan tus buenos principios, que te aten a la avaricia o a la envidia.

Déjate iluminar, sobre todo, por el Evangelio. Jesús enseña un camino difícil pero hermoso. Es el camino que pasa por renunciar a lo malo para escoger lo bueno. Es el camino que destruye el egoísmo y enseña el amor. Es el camino del servicio, de la solidaridad, del perdón, de la esperanza, de la vida verdadera.

Ni tú ni yo ni nadie sabemos cuántos días vamos a vivir en este mundo lleno de misterios y de prisas. Por eso hay que escoger bien. Sólo vale la pena aquello que nos ayuda a amar. Todo lo demás es polvo frágil o veneno que atonta y destruye.

Tienes en tus manos un presente abierto a mil posibilidades. Habla con Dios. Pregúntale qué quiere de ti y cómo orientar tu vida de la mejor manera posible. No pierdas el tiempo en Internet, en chats o conversaciones inútiles, en programas televisivos superficiales y escandalosos.

Has nacido para cosas grandes, como cada ser humano. Eres hijo de una familia y, sobre todo, eres hijo de Dios. Agranda tu corazón y ama de veras. Respeta a los demás, especialmente a los ancianos, los enfermos, los pobres, los débiles. Colabora en casa y en la escuela con quienes necesiten ayuda.

Por último, ni tú ni yo somos perfectos. El pecado nos rodea y penetra fácilmente en nuestra vida. Cuando eso ocurra, ábrete al perdón de Dios. Una buena confesión cambia la vida. Es malo caer, pero es peor hundirse tras la caída. Con Dios siempre puedes empezar, porque Él es bueno.

Camina. El tiempo corre. Inviértelo en lo realmente importante. Te deseo lo mejor. Primero, aquí en esta tierra de misterios. Luego, en ese cielo donde espero podamos encontrarnos un día, y donde brilla la bondad de quienes se han dejado amar por Dios y han sabido servir a sus hermanos.

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