Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |
El Papa Francisco, sensible a la importancia de buscar una nueva forma de evangelizar, más acorde a las exigencias del Evangelio, nos ha propuesto su primera Exhortación Pastoral con el título: La alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium, 2013). En dicha exhortación el Papa concede gran importancia a los pobres y excluidos de la sociedad como sujetos privilegiados del anuncio evangélico. “La belleza misma del Evangelio no siempre puede ser adecuadamente manifestada por nosotros, pero hay un signo que no debe faltar jamás: la opción por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha.” (Núm. 195). Atender a los seres humanos que viven en las así llamadas “periferias humanas”, no debe ser un trabajo opcional en la practica pastoral de nuestras parroquias, sino que debe estar al centro de nuestra preocupación como evangelizadores. Más aún, preocuparnos por los excluidos de la sociedad constituye el centro mismo del anuncio del evangelio. Los rituales, sacramentos y oraciones, deben sensibilizarnos para servir a aquel ser humano que sufre al borde del camino.
La Parábola del buen samaritano se actualiza cada vez que nos inclinamos a servir a un hermano herido en el camino. A la pregunta centrada en el yo: “Maestro ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús responde con un caso muy concreto de exclusión: “Bajó un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de bandidos, que después de haberlo despojado de todo y de haberlo molido a golpes, se fueron dejándolo medio muerto. Por casualidad bajaba por ese camino un sacerdote, quién al verlo pasó por otro lado de la carretera y siguió de largo. Lo mismo hizo un levita (…). Pero llegó cerca de él un samaritano que iba de viaje. Lo vio y se compadeció. Se le acercó y curó sus heridas con aceite y vino y se las vendó (…)” Jesús deja a sus interlocutores desconcertados. La vida eterna no está basada en la preocupación por mi “yo”, sino en la preocupación por el “tú”. Entre más yo me olvide de mí mismo y piense en las necesidades de los otros, en particular de los excluidos, consigo, “sin darme cuenta” y sin buscarlo, la vida eterna. “Vete y haz tú lo mismo”. Concluye Jesucristo la enseñanza de esta parábola (Lc. 10, 30-35).
En la sociedad actual, post-moderna y neo-liberal, los excluidos de la sociedad son mayoría. Los habitantes del “centro” son muy pocos estadísticamente. Por centro nos referimos a las personas que pueden comer lo que ellos gusten tres veces al día, tener todos los servicios sociales asegurados, vacaciones, y que pueden cerrar su puerta cómodamente con la seguridad que les proporcionan sus guardaespaldas, aislándose en sus nuevos guetos urbanos de los otros, de la masa, de la prole, de los pobres. La periferia, como lo indica el filósofo Enrique Dussel, constituye la exclusión del otro, su negación. “El centro es; la periferia no es.”
En el mundo hay diferentes tipos de exclusión, siendo la más visible y preocupante la económica. La diferencia cada vez más abismal entre ricos y pobres. Exclusión que tiene diferentes matices. Es decir “lugares” marginados donde viven seres humanos que no son incluidos en las mesas de los que tienen el poder. Podemos hablar por ejemplo de emigrantes que dejan sus países de origen para vivir clandestinamente alrededor de las grandes ciudades, de campesinos, indígenas, gentes de color, homosexuales, mujeres, niños de la calle, etcétera, etcétera. Y este etcétera parece no tener fin, ya que mientras una partecita del mundo prospera, la gran mayoría de los habitantes del planeta se descubren marginados por nuevos mecanismos de exclusión. Por citar un ejemplo reciente podemos hablar de la así llamada “brecha digital”. Que en la educación se manifiesta por el avance de algunos en tecnología educativa (internet, computadoras, pizarrones inteligentes, etc.) mientras otros no tienen ni una silla donde sentarse y papel para escribir.
De los diferentes tipos de exclusión, en la presente reflexión nos detendremos a analizar brevemente la situación de jóvenes que viven en la periferia humana. A quienes antes se les conocía como “pandillas” o “chavos banda”, y ahora tal vez como “tribus urbanas”. Haciéndonos dos preguntas primordiales: ¿Quiénes son? y ¿Cómo tratar de integrarlos al proyecto evangelizador de nuestras parroquias? Buscando proponer algunas líneas concretas de acción, que puedan servir a las personas que tengan interés por “hacer algo” en favor de nuestros hermanos excluidos.