Ser «constructores de paz» y no «predicadores de la paz» con un trabajo «que se lleva a cabo todos los días, paso a paso, sin cansarse». Con la ayuda de Dios, porque la paz «es un regalo de Dios», y practicando la justicia, es posible para contrarrestar el clima «de la tercera guerra mundial luchado» a pedazos «extendido en todo el mundo lo que la gente quiere» el enfrentamiento entre culturas diferentes y de la civilización, y también los que especular sobre las guerras para vender armas».

Estos son algunos de los aspectos más destacados de la homilía que el Papa Francisco la mañana del sábado durante la misa celebrada en el estadio Kosevo en Sarajevo.

A la Misa «por la paz y la justicia», asistieron los heridos y mutilado de la guerra en los años 90 del siglo pasado devastaron los Balcanes oponiéndose a las poblaciones bosnias (de mayoría musulmana), serbios (ortodoxos), croatas (católicos). Con una población mixta (suní 45%, 36% ortodoxos, católicos 15%, otras minorías – incluyendo judíos – 3%), Bosnia y Herzegovina, pueden ser un ejemplo de paz y convivencia para Europa y para el mundo. Es por ello que la paz y cómo construirlo y mantenerlo fue el tema recurrente de todos los discursos del Papa.

En su homilía Francisco dijo que “Paz es el sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la historia, con toda la creación. Y es un proyecto que encuentra siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno. También en nuestro tiempo, el deseo de paz y el compromiso por construirla contrastan con el hecho de que en el mundo existen numerosos conflictos armados. Es una especie de tercera guerra mundial combatida «por partes»; y, en el contexto de la comunicación global, se percibe un clima de guerra.  Hay quien este clima lo quiere crear y fomentar deliberadamente, en particular los que buscan la confrontación entre las distintas culturas y civilizaciones, y también cuantos especulan con las guerras para vender armas. Pero la guerra significa niños, mujeres y ancianos en campos de refugiados; significa desplazamientos forzados; significa casas, calles, fábricas destruidas; significa, sobre todo, vidas truncadas. Vosotros lo sabéis bien, por haberlo experimentado precisamente aquí, cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor. Hoy, queridos hermanos y hermanas, se eleva una vez más desde esta ciudad el grito del pueblo de Dios y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad: ¡Nunca más la guerra!».

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