ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |

Gracias a las redes sociales, en internet, contamos con diferentes espacios para compartir nuestra fe. Podemos mandar mensajes e imágenes por Facebook y Twitter, también subir fotos en Instagram o videos en Youtube y tener amplias audiencias de seguidores en dichas vías. La tecnología está al alcance de la mano -literal- a través de los nuevos teléfonos celulares, cada vez más potentes y accesibles, y podemos dar cuenta de un evento mientras es visto -en vivo- y comentado por miles de personas, volviéndose viral. Los medios y las herramientas están ahí. El punto es qué queremos comunicar.

¿Qué transmitir? ¿A quién? ¿En qué contextos? ¿Qué queremos suscitar?¿Cómo podemos compartir nuestra fe? Este desafío implica varias vertientes, es conveniente seleccionar contenidos pues creo que lo importante es ayudar a despertar y detonar los mejores recursos internos de quien nos lee o escucha, invitando a vivir con mayor inteligencia, amor, libertad y confianza.

Al mismo tiempo, antes de compartir la fe, antes de empezar a mandar textos vía Twitter, por ejemplo, creo que es fundamental el revisarnos a nosotros mismos. Hay que hacer examen de conciencia y decirnos con sinceridad qué realmente nos sostiene e impulsa. Es muy purificador, cada tanto, hacer alto y reconocer cuál es, hoy, la razón de nuestra esperanza. Recordar nuestro llamado, verificar los cambios y replanteos que ha sufrido en el transcurso de los años. Teniendo esto claro, será más sencillo plasmar y exponer, en breves frases, dónde y en qué radica nuestro deseo de caminar en la vida. Aparte de que estas perlas podremos expresarlas en lenguaje y símbolos afines con quienes comparto la misma fe, a la vez podré exponerlas en otros códigos, sintonizándome a la frecuencia de quienes tiene otros credos o simplemente no los tienen. Qué mejor manera de ser ecuménicos y estar a tono para comunicar, interactuar, también descubrir, saborear y nutrirnos de las semillas evangélicas esparcidas e inmersas en otras culturas, como bien exhorta el Concilio Vaticano II.

Decían los filósofos existencialistas que la vida no tiene sentido y que no somos como los animales, que están determinados por sus instintos. Que el ser humano, al perder dichos instintos, es libre y que cada quien tiene que irle encontrando sentido a su propia vida. Podremos estar de acuerdo o no con ellos. Es dramático -y gran desafío- captar la falta de sentido, la pérdida de brújula en muchos, jóvenes o viejos, unos dando rienda suelta a sus excesos, otros sumidos en depresión, ansiedad y amargura. Creo que la fe es la gran guía que nos ayuda a encontrar límites entre lo que nos destruye y reconstruye, a la vez que nos da horizontes de esperanza. Es muy importante darnos cuenta de que como seres humanos contamos con la libertad para diseñar y bosquejar nuestra vida, dentro del poco o mucho margen de maniobra que ésta nos dé. Transmitir la fe es compartir, creo, estas perlas que he experimentado como gran regalo de Dios y como grandes bendiciones en mi vida. Permítanme esta expresión: compartir la fe es como tener gripa, si tengo este virus se lo propagaré a quienes me rodean y con quienes me relaciono por contagio.

 

@elmayo

 

 

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