Por Antonio MAZA PEREDA | Red de Comunicadores Católicos |

En los últimos años, y en especial en las últimas semanas, la prensa de negocios nos ha hablado de la «Tragedia Griega», apodo que le han puesto a la crisis económica que está ocurriendo en Grecia. Una tragedia que, en realidad, no es solo griega, sino fundamentalmente europea. La verdad, toda la comunidad comparte la misma situación, las mismas causas y la misma incapacidad de tener soluciones para su tragedia. Grecia es solo el caso más agudo. Y me parece que esto no se está entendiendo.

Visto a corto plazo, la tragedia procede del endeudamiento provocado por la crisis económica mundial iniciada en el año 2008 o 2009, según el autor al que usted le crea. Sin embargo, nos encontramos que la tragedia no es únicamente griega. Portugal, y España, presentan síntomas muy semejantes a los que presenta la economía griega. Las medidas para resolverlos son muy similares: recorte presupuestal, mayormente en el gasto social, y aportación de cantidades fabulosas de fondos procedentes de la Comunidad Europea.

Visto en términos de largo plazo, las raíces de este problema son mucho más antiguas. En los años cincuenta del siglo XX, la mayoría de los estados de Europa occidental adoptaron el concepto del «Estado Benefactor». Se basaron en dos supuestos importantes: el aumento de la productividad de los europeos y la permanencia de la pirámide poblacional. Para reforzar este concepto, se promovió una intensa campaña para convencer a la población de reducir la natalidad. 60 años después nos encontramos con la situación de que la población de Europa, en muchos países y en muchos sectores, ya está, en una alta proporción, en la edad de retiro, que no es precisamente aquella donde se puede esperar la mayor productividad. Por otro lado, al reducirse drásticamente la natalidad, la proporción del gasto social que puede sostenerse a partir de la aportación de los trabajadores en edad laboral, se hace cada vez menos sostenible.

Por esta razón, en la mayoría de estos países las soluciones están basadas en la reducción del gasto social, la reducción de las pensiones y leyes para posponer la edad de retiro. Y, además, el desempleo juvenil está en cifras espeluznantes. En Grecia, por ejemplo, el 32.9% de la población tiene 55 años o más, de los cuales el 20.2 % son mayores de 65 años. El 26.8% de la población económicamente activa está desempleada, mientras que en los jóvenes el desempleo es de 55.3% (en las mujeres es de 63.2%).

Por si fuera poco estos jóvenes, muchos con estudios avanzados, no se muestran muy dispuestos a entrar a trabajos en el campo o en las fábricas, con lo que se crea una demanda para mano de obra poco o medianamente especializada. Y a esa mano de obra, hay que importarla y darle prestaciones sociales.

Grecia es un caso del llamado “invierno demográfico”. Su población crece al 0.01% anual, esencialmente el “crecimiento cero”. Los hijos por mujer son 1.4, muy por debajo del 2.1 por mujer, que se considera necesario para que la población se renueve.

Claramente, habrá que tomar algunas medidas de Corto Plazo. Pero van a ser solamente una «curita» cuando se necesita cirugía mayor. Las medidas de Largo Plazo no darán resultados rápidamente. Eso es claro para todos. Lo grave es que no se están proponiendo soluciones de largo plazo. Por ejemplo, encontrar empleos productivos para los jóvenes que hoy no encuentran empleo, para evitar tener una generación completa de personas dependientes de la beneficencia pública. Resolver el problema de una emigración que no pueden evitar a largo plazo, porque, parafraseando a Keynes, en el largo plazo todos los actuales trabajadores estarán muertos y no es suficiente la población con residencia legal para sustituirlos. Y no en un plazo demasiado largo. Hay que llevar a cabo soluciones dolorosas, como por ejemplo, trabajar en la base de la pirámide de los países menos desarrollados para generar un crecimiento sostenible de la economía mundial, que no esté basado en el consumismo de unos pocos sino en el consumo de los muchos que tengan un nivel de vida decente.

Las renegociaciones que les proponen Europa y los organismos internacionales a Grecia, no resuelven el problema de fondo. Les darían fondos para cubrir los pagos inmediatos de sus deudas, pero eso no da ni un euro más a la población. Le pueden prestar al gobierno griego para que pueda pagar las pensiones, pero eso no crea trabajos productivos. En este momento, el 50% de su población depende del Gobierno para su ingreso. Pero esos puestos agregan poco valor; no se genera riqueza. De hecho, desde que empezó la crisis, el PIB de Grecia ha caído más de 20%. Su deuda pública es del 174.5% de su PIB. Si tuviéramos las mismas proporciones, sería como si México debiera 2.3 millones de millones de dólares; actualmente debemos algo más de 500 miles de millones de dólares, en proporción, menos de la cuarta parte de lo que deben los griegos.

Pero, en principio, la Comunidad Europea tiene la misma problemática. Una población envejecida, combinada con alto desempleo juvenil, hace que no puedan esperar un crecimiento económico robusto, porque los ancianos por definición consumen poco y los desempleados tampoco consumen mucho. Los trabajadores ilegales, mal pagados y obligados a apoyar a sus familias en los lugares de origen, no contribuyen mucho al consumo. Una proporción creciente del dinero que puede usar los gobiernos, se van en pagos de pensiones y subvenciones de desempleo, mientras que la base de contribuyentes se reduce. Y los malabarismos monetarios que están haciendo, no ayudan a generar nuevos mercados que soporten el crecimiento de sus economías.

El referéndum griego que hoy nos tiene muy preocupados, tiene escasa importancia. Fuera de la Unión Europea, Grecia tiene aún menores oportunidades de mejorar. Pero, aun quedándose y aceptando la austeridad que se le impone, no hay una solución de plazo medio a su dificultad para crecer, porque eso depende de un mercado interno, hoy muy deprimido, y de un mercado externo al que no están llegando y para el cuál no se ve una estrategia.

No está fácil, ¿verdad? Por demasiado tiempo se estuvo posponiendo una visión de Largo Plazo. Ahora, no habrá medidas fáciles ni indoloras. Por el bien de la economía mundial, ojalá todavía haya tiempo. Y ojalá aprendamos de esta tragedia para que tomemos a tiempo las medidas necesarias.

@mazapereda

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