Por Rodrigo AGUILAR MARTÍNEZ, Obispo de Tehuacán │

Llegan las vacaciones de verano: anheladas por los estudiantes; temidas por los papás.

Ciertamente las vacaciones revolucionan la vida familiar. Los hijos pasan más tiempo en casa. Es un reto para los papás y también para los hijos saber aprovechar el tiempo de vacaciones.

Hay que cuidar una educación integral, que incluya todos los aspectos de la vida: trabajo corporal y ejercicio físico; comunicación y cultivo de la afectividad en la relación familiar; continuar algunas actividades de tipo intelectual, organizar  manualidades, artesanías; orar en familia; comer juntos; pasear en familia.

Que las vacaciones no sean una carga más o menos soportada, sino una tarea creativa emprendida en diálogo y espíritu de familia. Todos –niños, jóvenes y adultos- pueden opinar, comentar, sugerir opciones.

Las mejores vacaciones no son las más caras y lujosas, sino aquellas en las que se aplique más sabiamente la jerarquía de valores. Se pueden atender en familia muchas tareas de la vida diaria. Que los niños cultiven el gozo de ser útiles a los demás. Que los adolescentes y los jóvenes vayan asumiendo más responsabilidades. Que los adultos mayores se sientan más acompañados, mejor atendidos.

Junto a la organización planeada de manera participativa, también es saludable en algún momento de la semana, revisar cómo se va atendiendo lo planeado, para corregir en perspectiva de la siguiente semana.

Son algunas sugerencias. El diálogo familiar puede ofrecer muchas más, de modo que las tan temidas vacaciones se conviertan en una apasionante y fructuosa oportunidad de crecimiento personal, familiar y social.

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